Ram Luna: cómo mantener vigente un negocio de 46 años

Para los dueños del mirador Ram Luna, las empresas familiares fracasan porque priorizan el negocio

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Estaban recién casados, el tenía 25 años y ella 17 cuando les ofrecieron el negocio de comprar un mirador en Aserrí, carretera a Tarbaca, que tenía una hipoteca y estaba casi quebrado. Así comenzó, hace 46 años, la aventura de Gilber Ramírez y Moraima Aguilar, propietarios del mirador Ram Luna.

Para esta pareja emprendedora, el error de muchos negocios familiares está en que priorizan mal: colocan al negocio por encima de las necesidades de la familia, cuando este en realidad debe servir a los proyectos familiares. Así asumieron la tarea desde el principio: Ram Luna era el motor para tener una familia.

“Nuestros hijos adoran este lugar, porque ellos no resienten absolutamente nada del mirador. Nunca les privamos de nada por el negocio, todo lo contrario, ellas saben que hicimos un gran esfuerzo para darles lo que necesitaban, aún a costa del restaurante. Entonces ahora quieren retribuir apoyándonos y ayudándonos, no hay ni que llamarlos”, relata Gilber.

Ambos están convencidos de que su negocio sigue vigente porque lo han trabajado con cariño, siempre escuchando lo que prefieren los clientes.

Él nos cuenta, al lado de su esposa, cómo ha sido el camino de ambos como empresarios y por qué han tenido éxito.

¿Cómo decidieron entrar al negocio de restaurantes?

Papá tenía un almacén ( y constantemente le ofrecían negocios. Yo tenía una fábrica de confites cuando él me dijo que había un restaurante en venta en la montaña. Ese mismo día pasé por Moraima, nos fuimos a verlo y a los dos nos encantó la propiedad, entonces decidimos vender todo lo que teníamos, asumir la hipoteca y comenzar a trabajar en el mirador, para tener ahí nuestra familia. Lo compré en 1967, a finales de abril y el 4 de mayo nos trasladamos.

¿En qué condiciones estaba el mirador cuando lo compraron?

No tenía más que el restaurante, pero mucho más pequeño. Era horrible (ríen). La moda en aquel entonces era unas tiras de papel que daba la Cervecería Costa Rica y se colgaban del cielo raso. Lo habían pintado de negro totalmente, parecía una tumba, y en el cielo raso le habían pegado unas estrellas como de papel aluminio, como simulando el cielo estrellado. Al quitarle todo eso me di cuenta de que estaba a punto de desplomarse. Entrarle a eso nos tomó un poquito más de un año.

¿Cómo subsistieron durante ese año?

Yo tenía cuatro vacas que ordeñaba todos los días, y Moraima que no sabía manejar, aprendió a bajar en primera para vender la leche en las cantinas de Aserrí. Era muy difícil vivir así, entonces cuando ya el hambre apretaba le hacíamos unas visitas cariñosísimas a mi mamá (ríen), y ella sabía que lo que necesitábamos era comida. Pero bueno, finalmente abrimos el restaurante.

¿Cuáles han sido los momentos más difíciles?

Al principio pasábamos hasta tres días y vendíamos solo 75 céntimos. Hay que tener una motivación muy grande para enfrentar esas carencias, y nosotros la teníamos: queríamos que nuestros hijos crecieran ahí. (...) Hemos pasado todas las crisis económicas, en 2009 nos cancelaron todas las reservaciones, pero con algunos ajustes logramos mantenernos. Pero nada fue tan duro para nosotros como la temporada de derrumbes en 2010. Pasamos todo el 2011 convenciendo a la gente de que podían venir, que el mirador es seguro.

¿Cómo superaron esa crisis?

Con préstamos y estrategias de canje para atraer a los clientes. A la gente no la tocamos porque nos sentimos responsables por ellos. Además, la mayoría es gente que ama este trabajo tanto como nosotros. Tal vez podría prescindir de un tercio de la planilla, pero no lo hacemos.

¿Este ha sido el principal proyecto de sus vidas?

No, el principal ha sido nuestra familia. Pero sí ha sido una historia de amor, con el restaurante y entre nosotros, porque si Moraima con 17 años, metida en la montaña cuando el camino era casi para carretas, me hubiera dicho que no se quedaba, yo no me habría quedado aquí sin ella.

Ram Luna, por los apellidos de papá

El papá de Gilber era Gonzalo Ramírez Luna y tenía un almacén de alimentos con ese nombre. De la unión de los apellidos salió Ram Luna, para bautizar el mirador.

Cincos: Uno de los consejos suyos que más atesoran es "cuide los cincos, porque los colones se cuidan solos", invitándolos a supervisar los detalles de la operación.

¿Dónde mete la mano? También a él le deben el constante cambio en la distribución del mobiliario y las decoraciones, porque les recomendaba cambiar la apariencia del mirador, pintar una pared o hacer inversiones, para que los clientes percibieran las mejoras "Que sientan que usted se mete la mano en la bolsa por ellos y no que les mete la mano en la bolsa a ellos", les decía.

Nombre: Gilber Ramírez y Moraima Aguilar

Tiempo de matrimonio: 46 años.

Edad: 71 y 63 años.

Hijos: Tres (dos hijas y un hijo) y ocho nietos.

Puesto: Propietarios del mirador Ram Luna desde 1967.