Ronulfo Jiménez recorrió la Feria Internacional del Libro el día de la apertura

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“¡Vea! En la literatura también hay economía”, dice con una sonrisa el economista y ávido lector Ronulfo Jiménez, mientras revisa la obra El Mercado, de Aquileo J. Echeverría, en la Feria Internacional del Libro Costa Rica, 2013.

Jiménez accedió a visitar la Feria con EF durante la mañana de apertura, el viernes 23 de agosto, para conocer la propuesta y opinar sobre los cambios introducidos este año, el primero en que la organización es compartida por la Cámara del libro y el Ministerio de Cultura.

Lo encontramos con el libro de Echeverría en el puesto de la colección Leer para Disfrutar de Grupo Nación, una estructura con forma de cubo colocada junto a la entrada y rodeado por cuerdas de las que cuelgan las diferentes entregas de la colección, expuestas para que el público las tome, las lea y las lleve sin pagar.

Este año, también por primera vez, la entrada es gratuita. Tal vez por eso los compradores llegaron antes que algunos de los expositores y sus productos.

La Biblia junto al Corán

Una vez dentro de la nave principal, dos carteles dan información general sobre la distribución y oferta de la Feria. En el pasillo derecho está el puesto A, con juguetes educativos de todos los colores.

Jiménez avanza dando miradas exploratorias a cada lado, hasta detenerse en el puesto de editorial San Pablo, con obras religiosas editadas por la orden de los Paulinos.

Jiménez se interesa por el precio de las biblias “porque la Biblia es literatura también”. Comienzan en ¢5.100 –“poco más que un combo”, bromea el economista– pregunta por una biblia ecuménica y se percata de que está debajo del anaquel donde descansan dos copias del Corán. “Lo tenemos porque hay que leerlo. Muchas personas preguntan por qué traemos autores o libros que no son católicos, pero si son importantes o buenos, no los vamos a discriminar por su tendencia religiosa”, explica Edilberto Villalobos, encargado del puesto.

Y las sorpresas no terminan ahí, Jiménez da un vistazo a la derecha y se asombra al descubrir un ejemplar de los evangelios apócrifos. El encargado cuenta que también tienen los hechos de los apóstoles apócrifos y los evangelios de Jesús, además de series completas sobre los enigmas de la biblia y textos de análisis de literatura religiosa judía, a lo que Ronulfo replica “y veo que tienen amplitud de miras, porque tener estos títulos juntos no es tan natural”.

El recorrido sigue y descubre una de las novedades de esta feria: está dividida por contenidos temáticos, pues los siguientes puestos también son de literatura religiosa y de superación.

“No sé cuáles son sus creencias, pero San Pablo era neurótico ¡donde llegaba hacía pleito!”, opina con una sonrisa.

Avanza sin prisa por el pasillo viendo los libros impermeables, biblias más caras y más baratas y hasta títulos impactantes sobre temas de moda, pero lo que realmente lo emociona es un pequeño puesto diagonal al de Librería Lehmann: “¡Mirá, está Fondo de Cultura Económica!”, exclama.

Al entrar, ojea rápidamente los anaqueles de novela y toma una titulada Maximiliano y Carlota , de Egon Caesar Conte Corti.

En ese momento, una voz resuena con un “¡Señor! Los libros de teoría económica están aquí”. Es el escritor Carlos Cortés, a quien Jiménez responde “Es que yo comienzo con la literatura y la historia”, y se saludan con grandes carcajadas.

Economista y escritor discuten la novela histórica que veía Jiménez y comparten datos curiosos sobre el emperador y la historia de México, que es el país invitado a esta edición de la feria.

“Carlos, somos un mercado pequeño ¿qué es un éxito para un novelista? ¿colocar cuánto en el mercado local?”, pregunta Jiménez, a lo que Cortés responde sin dudas “Muy poquito. Si estás en libro de texto, en 15 o 20 años podés llegar a vender más de 100.000 ejemplares, que es muy poco. Y que vendás 1.000 o 2.000 copias de una novela ya se considera un éxito”, asegura.

Se despiden y Jiménez camina en medio de libros de Pepito y otras curiosidades, cuando el pasillo se abre y una serie de banderines y anaqueles avisan que ese es el espacio del invitado: territorio literario mexicano.

El país de Octavio Paz, Carlos Monsiváis y tantos otros autores reconocidos, trae esos y muchos otros nombres: casi 7.000 libros en total para vender. “Esto hace una diferencia para venir a la Feria, porque en el pasado ha sido más o menos lo mismo que está en las librerías, pero si uno encuentra algo como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes o el Fondo de Cultura Económica de México, ya es un valor agregado importante”, afirma Jiménez.

El puesto mexicano tiene sillas y mesas para ver los libros y descansar, pero antes de llegar a esa zona, el economista se deja sorprender por un libro pequeño, cerrado con una cinta, y al abrirlo encuentra un amate, o al menos una recreación de esas creaciones con que los aztecas contaban sus historias.

Deja el espacio mexicano pero todavía conversando sobre la historia, la literatura de México, sus personajes reales, ficticios y los reales que parecen ficticios. “Es que con la historia latinoamericana uno entiende por qué existe el realismo mágico”, concluye.

Hecho en Costa Rica

Una esquina abierta alberga libros de la Editorial Universidad de Costa Rica (EUCR). De frente se distingue una imagen de las bancas alrededor de la biblioteca Carlos Monge, y en los anaqueles –repletos de obras nacionales– decenas y decenas de títulos a la venta desde ¢500 hasta un poco más de ¢10.000. En esa sección un título atrae a Ronulfo, quien lee emocionado “ Orquídeas nativas de Costa Rica ¿y esto vale ¢10.000? Mirá... ¡hay que comprarlo!”. Se va para la caja pero de camino pregunta por libros de arte. Las exposiciones de artes plásticas en Costa Rica será su segunda adquisición, de la decena de títulos con la que terminará el recorrido. “Compré a un superprecio y además en una bolsa muy bonita. La U se puso una flor en el ojal”, dice satisfecho.

Además de los descuentos y precios especiales, el puesto de la EUCR presenta otro de los atractivos, pues a cada comprador le entregan una boleta para participar en el sorteo de colecciones valoradas por encima de los ¢50.000.

Cerca está la Editorial Costa Rica y ahí siguen las compras. El fotógrafo Jorge Arce adquiere para su hija Amanda los Cuentos de mi Tía Panchita , de Carmen Lyra, y Jiménez le advierte “yo se los leo a mi sobrino... pero tengo que traducírselos, así que vos también vas a tener que hacer la traducción”.

El economista se decide por otros dos libros de ¢3.500 y ¢5.500, pero al comprarlos juntos le cuestan ¢8.000 y al pagar encuentra otra novedad: la Editorial ofrece un vistazo a su catálogo en línea, pues, de acuerdo con Carlos Calvo, a partir del 1 de octubre comenzará a vender sus títulos en formato digital, para lectores iOs, android, kindle y otros. El precio irá de los $3 a los $6.

“Buenos días don Ronulfo”

Después de los puestos correspondientes a las embajadas de Perú, Nicaragua y El Salvador, está el área de comidas: un espacio abierto con mesas y tres lugares para comprar repostería, platos pequeños o comida casera (arroz, frijoles, guarniciones tradicionales y diferentes tipos de carne). Al fondo, de lado a lado, está la Librería Internacional.

La intención de Jiménez es quedarse fuera, pues hace visitas periódicas a las sucursales. Sin embargo, ingresa para conocer las promociones.

En menos de un minuto, una joven se acerca y lo saluda con un sonoro “Buenos días don Ronulfo, yo lo atiendo en la sucursal de Moravia. Ya tengo Rayuela” . Jiménez espeta “¡Pero qué memoria la suya!” y se va con ella, a perseguir a Cortázar. Las promociones comienzan en 20% para todos los títulos y suben al 25% cuando la compra supera los ¢30.000.

De ahí sale decidido a no comprar más, y el puesto del Sistema Nacional de Bibliotecas se convierte en aliado de su propósito, pues sus atracciones no están a la venta. El Sinabi exhibe la primera edición de obras como la Constitución Política, y anuncia que se pueden consultar las versiones digitalizadas en su sitio web.

Se acerca el final de la feria, hay puestos informativos, otros de materiales didácticos, textos folclóricos e incluso un espacio exclusivo para un autor.

La Editorial Tecnológica, del Instituto Tecnológico de Costa Rica, expone sus títulos con los precios normales y los de feria, y a pesar de las buenas ofertas, Jiménez pasa de largo y evita nuevas compras. Se excusa asegurando que “comprar libros puede ser un vicio que sobrepasa la capacidad de lectura”.

Y de seguro habría logrado su objetivo, si en el camino de salida no estuviera La Jirafa y yo, con sus libros de texto y de lectura.

Al final, Ronulfo Jiménez sonríe, aplaude la experiencia y afirma “estuvo muy bien, encontramos cosas interesantes”.