¿Se puede usar métricas para medir la satisfacción de la persona?

Determinar lo que hace feliz a la persona quizá no puede ser medido

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Costa Rica es el país más feliz del mundo según el Happy Planet Index. Se sitúa entre las naciones más innovadoras de Latinoamérica, según el índice mundial de innovación. Es uno de los países más competitivos de esa misma región, como indica el ranking de competitividad del Foro Económico Mundial. Y por si fuera poco, su índice de progreso social es el primero de toda Latinoamérica, de acuerdo con el Social Progress Imperative.

No obstante, a pesar de tantas y tan buenas noticias, a los ticos les desencanta “su palma, su brisa y su sol”. ¿Qué sucede?

Hablemos de felicidad . Para Herzberg, referente del management en el campo de la psicología, la motivación más poderosa en nuestras vidas no es el dinero, es la oportunidad de aprender, crecer en responsabilidades, contribuir con otros y ser reconocidos por los logros. Para Christensen, gurú mundial de la innovación, la métrica por la cual Dios evaluará su vida no son los dólares, sino por la gente individual cuyas vidas ha tocado.

La felicidad se alcanza con el olvido de sí, por la entrega a ideales más elevados. “Como mostraron algunos psiquiatras humanistas a comienzos del siglo XX, la búsqueda afanosa de la felicidad produce neurosis”, reflexiona Rodríguez-Lluesma, porque “la búsqueda de la propia felicidad está condenada al fracaso si no es una consecuencia de la búsqueda de la felicidad ajena”, concluye el filósofo y profesor del IESE.

Lo intangible no se puede medir . Para Handy, especialista en comportamiento organizacional, el dinero se cuenta fácilmente y con rapidez se convierte en la medida de todo, sin embargo, Llano replica: esto es necedad. Esta sentencia del fundador del Ipade sintetiza, a mi modo de entender, el desconsuelo de la Costa Rica actual.

“Lo que no se mide no existe”, escuchamos con frecuencia. Seguimos cuantificando las áreas más espirituales de nuestra vida: la satisfacción, la plenitud, la felicidad al fin y al cabo. Esta última la podemos definir en términos muy subjetivos pero, a pesar de ello, existe un componente universal e intangible: el amor, hacer aquello que nos apasiona y mejor todavía si esa actividad está en función de los demás, ordenada a un motivo trascendente.

Evaluación a lo interno

Eso no es éxito . Pero medir la felicidad no se reduce a un sentimiento, tampoco a la insensatez, todo lo contrario, consiste en tener visión. Una ejecutiva de una empresa multinacional me comentó que no deseaba formar una familia por el paradigma social existente: “hoy quieren que la mujer exitosa esté casada, tenga hijos, logre resultados notables, que sea deportista de élite y además crezca verticalmente dentro de la organización, pero yo no me siento en capacidad de hacer eso. Es la presión social”. “Ignórela!”, enfaticé.

Quizás el problema no sean los estereotipos modernos o el estrés que estos nos generen. Probablemente el gran pecado de esta cultura sea medir nuestras vidas por parámetros econométricos o estadísticos, aunque aquello no nos llene a plenitud. Esa asimetría entre lo que reflejan los índices externos y nuestro sentir interno tiene un nombre: frustración.

Superar la obstinación. En contraste con estos ejemplos de vida y los indicadores mencionados al inicio, el sentir general del costarricense es marcadamente pesimista. Tal es el caso de la disconformidad con sus mandatarios que, según la firma de investigación de mercados Unimer, no había sido tan negativa para ningún gobernante desde 1991. Pese a lo dicho hasta el momento, podríamos continuar citando más estudios, porque nos obstinamos –consciente e inconscientemente– en cuantificar: es necesario, pero no determinante.

La auténtica satisfacción la definirá cada uno consigo mismo, en la medida en que sepa escoger las métricas adecuadas para valorar su vida. No dependerá de referentes extranjeros, ni de investigaciones externas, sino del nivel de ilusión que cada uno quiera imprimir a su propia realidad.

Solo si los costarricenses procuramos cambiar nuestro modo de ver las cosas, lograremos ser auténticamente felices, innovadores, competitivos, y profundamente solidarios. ¡Solo así volveremos a ser los ticos pura vida!