2023: dificultades y oportunidades para América Latina y el Caribe

Con el crecimiento que se proyecta es muy poco lo que se podrá lograr para crear empleos, aumentar la recaudación tributaria y sostener la inversión social

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Las perspectivas de América Latina y el Caribe para el 2023 no son las mejores. Sin embargo, además de las enormes dificultades que se avizoran, se presentan igualmente algunas oportunidades que deben ser aprovechadas por los países de esta región, en tanto exista voluntad para ello de parte de los actores políticos, económicos y sociales de cada país.

Debe tenerse claro que las vicisitudes que aquejan a la región se explican fundamentalmente por dos razones. La primera de ellas, es que este año concluirá una década con un crecimiento promedio de tan solo el 0,9% del PIB. Cifra peor que la de la llamada “década perdida” de los años ochenta. A eso se le suma una elevada desigualdad, una promesa democrática que no termina de consolidarse generando tensiones con repercusiones sobre la gobernanza y una debilidad institucional que afecta el crecimiento económico y social.

Solo por dar unos datos que siguen siendo problemáticos. Según el informe del Panorama Social de América Latina que publicó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en noviembre de 2022, se estima que el 32,1% de la población vive en condición de pobreza. De ellos, un 13,1% en pobreza extrema. Esas son 82 millones de personas que no tienen lo mínimo para subsistir.

A ello se le suman otros problemas como alta inflación, informalidad en el trabajo y una enorme crisis en la educación; todo lo cual se ve acrecentado por el impacto de la pandemia.

Pero también los estratos medios han enfrentado una mala situación, lo que tiene un impacto sobre la estabilidad política, la cohesión social y la convivencia democrática.

Una de las principales razones es que las clases medias no ven una mejora en sus expectativas de vida. Se genera una enorme frustración entre aspiraciones y realidad. Políticamente, exigen y esperan que los gobiernos recién elegidos cumplan sus promesas electorales y lo hagan rápido, cosa que no sucede, por la propia dinámica democrática.

Pero en ese círculo vicioso, la impaciencia por tener resultados concretos e inmediatos de instituciones que toman su tiempo para resolver, genera una baja confianza en esas mismas instituciones y en los sistemas políticos. Eso, sin duda, coadyuva a los climas de inestabilidad política que vive la región.

La segunda razón por la que este va a ser un año duro, es porque la tasa media de crecimiento económico de la región prevista para este 2023 será de tan solo un 1,3%, con la región centroamericana y del Caribe con cifras alrededor del 3%.

Con esas tasas de crecimiento tan tímidas, es muy poco lo que se podrá lograr para crear empleos, aumentar la recaudación tributaria y sostener fiscalmente una debida inversión social.

Desafortunadamente este año la economía mundial no será de gran ayuda. En 2023, se espera que los Estados Unidos crezca solo un 0,7%, si logra evitar una recesión; la zona del euro, apenas un 0,3%, y China, un 4,4%. Por tanto, el aporte de las grandes potencias al crecimiento de nuestra región será muy poco.

Ese poco crecimiento económico junto con el arrastre de problemas estructurales, puede provocar una profundización de crisis sociales en los distintos países, que se pueden traducir en nuevas olas migratorias, protesta social e, incluso, intentos de rompimiento del orden democrático.

Hay algunas oportunidades en el horizonte

Sin embargo, tal como lo reseñó recientemente José Manuel Salazar, Secretario Ejecutivo de la CEPAL, aún en este difícil escenario existen oportunidades para dinamizar el crecimiento, crear empleo, expandir el espacio fiscal y reconstruir el tejido productivo y social.

Algunas de las oportunidades enunciadas por el jerarca de la Cepal son las siguientes:

Desde el punto de vista económico, se puede aprovechar una recuperación del turismo, principalmente en el área del Caribe, en Centroamérica y en México. Igualmente, los países tienen una oportunidad ante la reconfiguración de las cadenas mundiales de suministros, el nearshoring, y los clusters productivos. No es nada despreciable el potencial energético, a través de las energías convencionales o con la inversión en nuevas energías renovables.

Deben aprovecharse también aquellas oportunidades producto de la revolución tecnológica, como la economía circular, la electromovilidad, la transformación digital y el auge de las exportaciones de servicios modernos, como el comercio electrónico, las tecnofinanzas, los servicios auxiliares y compartidos.

Además existe la posibilidad de que en este 2023 las tasas de interés logren estabilizarse y, de esta forma, se logre una reducción en el costo del pago de la deuda y el acceso a nuevos recursos financieros. Incluso, podrían generarse mejores mecanismos multilaterales para la renegociación de la deuda.

Finalmente, la región podría tener un gran año por delante en el ámbito de los derechos sociales y el desarrollo social, a partir de los significativos avances realizados en materia de igualdad de género y del hecho que la región cuenta con una ambiciosa agenda para la transición hacia una sociedad del cuidado y el aumento de la tasa de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo, la cual en la actualidad es un 24% inferior a la de los hombres.

Son enormes los desafíos que enfrentan América Latina y el Caribe este año, desde lo económico, lo social y lo político. Sin embargo, existen oportunidades y es menester de los distintos países saber aprovecharlas de la mejor manera. Es especialmente importante crear los espacios para el crecimiento social y alejar los embates autocráticos que están generando enormes riesgos a las democracias de la región. Esa, sin duda, es una de las principales prioridades y retos del año.

La autora economista, exdiputada de Costa Rica y jefa de Gabinete en Cepal.