Opinión

Amor en cautiverio

Columna Embriaguez del Pensamiento

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“En un jardín te he soñado, alto, Guiomar, sobre el río, jardín de un tiempo cerrado, con verjas de hierro frío”. Sí, sí, don Antonio, muy hermoso, pero hay dos cosas que urge aquí reformular. Primera: ya va siendo hora de que sea Guiomar quien sueñe a su poeta, en lugar de ser esta la residente perpetua de los sueños del insigne bardo. Segunda: ¿es Guiomar la mujer amada, o más bien una presidiaria confinada a una celda de máxima seguridad? Un jardín alto -como un torreón-, sobre un río -¿o diremos más bien foso?-, de un tiempo cerrado -¡vamos, que también al amor sufre de claustrofobia!-, con verjas de hierro frío -algo o alguien va a tener que descerrajar de una vez por todas esos malditos barrotes de hierro frío-. ¿Tan aterrador es el amor que hay que ponerlo tras rejas y asilarlo en un inaccesible predio rodeado de foso infranqueable? ¡Ah, sí, y se nos olvidaba el tiempo, que ha de ser cerrado, es decir, circular, cíclico, mítico, inescapable! ¡Aun el tiempo es aquí cárcel! La hora ha llegado quizás de liberar a Guiomar, y dejarla volar como el pájaro que canta dulcemente en el almez.








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