Apuntes sobre el desarrollo turístico

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En la actualidad, nadie duda que el turismo es un factor dinamizador del desarrollo del país que contribuye a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Sin embargo, hace 30 años las cosas eran muy diferentes: el turismo no era valorado adecuadamente, la denominada “industria sin chimeneas” no formaba parte de la agenda de nuestros políticos y gobernantes, y eran muy pocos los que estaban convencidos de sus beneficios económicos y sociales.

En efecto, la década de los ochentas fue un período muy difícil para la actividad turística nacional, pero también fue en esos años en los que se sentaron las bases de la próspera industria que es en el presente.

Las guerras fratricidas que afectaban a nuestros vecinos centroamericanos, tenían un efecto devastador y ruinoso para las empresas turísticas nacionales. El estallido de una bomba en Nicaragua o en El Salvador, significaba la cancelación de reservas aéreas y hoteleras cuyo destino era Costa Rica, y las autoridades de los Estados Unidos de América, nuestro principal mercado, desaconsejaban a sus ciudadanos visitar nuestro país.

En aquel entonces la infraestructura hotelera, que operaba con menos del 50% de ocupación, estaba estancada y las actividades conexas sobrevivían a duras penas.

El Instituto Costarricense de Turismo (ICT) era inoperante y la promoción y el mercadeo que realizaba era deficiente e insuficiente. Se promocionaba un producto turístico de sol y playa, sin contar con la infraestructura adecuada en nuestros litorales.

En el mercado estadounidense nos encontrábamos en desventaja competitiva frente a México y los países del Caribe, que tenían una mejor infraestructura e invertían muchos más recursos en la promoción y el mercadeo turístico.

Pero el peor enemigo del sector lo constituía la incomprensión del turismo como motor del desarrollo, ya que ni la clase política ni los medios de comunicación le daban importancia alguna a la actividad y ésta no formaba parte de la agenda nacional.

Cambios clave

Fue en 1986, con ese negativo contexto, cuando la Cámara Nacional de Turismo (Canatur) logró llamar la atención sobre la seria crisis por la que atravesaba la actividad.

El gobierno de turno reaccionó con prontitud, integró una comisión investigadora que recomendó la separación del jerarca del ICT y bajo la coordinación del Ministro de Economía, se implementó un proceso de “reestructuración” en el que la Cámara, representando al sector privado, asumió un rol protagónico.

Ese proceso constituyó una oportunidad histórica para la reorientación de la actividad y aunque no culminó con los cambios institucionales requeridos, si logró una redefinición del producto turístico, que contribuyó –junto a otros factores– a generar una época de bonanza que, con leves altibajos, ha perdurado por más de cinco lustros.

Desde entonces, el país logró posicionarse como un destino turístico de naturaleza y aventura, siendo el ecoturismo su producto más destacado y de gran prestigio a nivel internacional.

Otro de los factores que contribuyó al desarrollo de la actividad, fue la promulgación de la Ley No. 6990, de Incentivos al Desarrollo Turístico, en el gobierno de Luis Alberto Monge, ya que los beneficios proporcionados fueron vitales para el posterior aumento y modernización de nuestra oferta turística.

Pero lo que en definitiva marcó el final de la crisis y el inicio de la época de bonanza que aún disfruta la actividad turística, fue el éxito de Óscar Arias con su Plan de Paz para Centro América. El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz de 1987 al presidente Arias, como reconocimiento a su indiscutible liderazgo en ese proceso y la subsiguiente pacificación de la región, abrieron el camino de la recuperación y desarrollo del sector.

El prestigio internacional catapultó al mundo entero la imagen de paz y democracia de nuestro país, lo que constituyó una contribución invaluable para la atracción y reactivación de las inversiones y para el incremento del flujo de turistas.

Estas acciones y acontecimientos de la segunda mitad de la década de los ochentas del siglo anterior, marcaron un punto de inflexión en el desarrollo turístico del país y sentaron las bases de una nueva era y de mejores tiempos para el sector.