Arabia Saudita: fútbol, geopolítica e inversiones

Arabia busca abrirse al mundo a través del fútbol, pero sus habitantes están anclados en la obediencia ciega y acostumbrados a no cuestionar a sus jerarcas. El disenso es imposible en Riad y sin este no son posibles el progreso y la innovación.

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Las relaciones entre Arabia Saudita, China e Irán son complejas, están en proceso de cambio continuo, transformando la geopolítica del Medio Oriente e inaugurando un proyecto saudita de recomposición regional.

Históricamente, Irán y Arabia Saudita se han disputado la hegemonía regional. Ambos han apoyado bandos diversos en varios conflictos, como las guerras civiles en Siria y Yemen. Sin embargo, hay signos recientes de distensión en sus relaciones.

En marzo pasado, Teherán y Riad restablecieron relaciones diplomáticas como fruto de la mediación china, anfitrión de sus conversaciones. Esto ha sido visto como un progreso y tiene el potencial de influenciar significativamente la correlación de fuerzas en Medio Oriente.

China se está involucrando más en el Cercano Oriente y ha firmado acuerdos económicos y comerciales variados con países de la región, su participación en el acuerdo entre Irán y Arabia Saudita es un signo de su influencia creciente en esas tierras, ante el  vació dejado por el retroceso estadounidense en la región.

Es temprano para prever las implicaciones de estos cambios en la correlación de fuerzas regional. Empero, es claro que hay un cambio cualitativo en la dinámica política de Oriente Medio.

¿A qué factores obedece el cambio?

China es un gigante económico y Arabia Saudita e Irán quieren incrementar su comercio e inversiones con la potencia asiática. Por su parte , Pekín busca incrementar su presencia global en todas las regiones del planeta.

Los tres países, en grados diversos y por razones diferentes, ven con recelo la presencia de los Estados Unidos (EE. UU.) en la zona y vislumbran la cooperación entre ellos como una manera de equilibrar el poderío norteamericano.

Los sauditas sienten que los EE. UU. se han desvinculado de la zona, a pesar de la reciente visita del secretario de Estado Antony Blinken a Riad. La garantía de seguridad del reino brindada por Washington a lo largo de los años no pareciera suficiente hoy.

Por otra parte, la estabilidad regional es otra de las preocupaciones de estos países, su inclinación en la reducción de las tensiones es uno de sus intereses fundamentales. Particularmente en el caso de Arabia Saudita, que desea la refundación del orden regional.

A pesar de los progresos, todavía subsisten obstáculos para el mejoramiento de las relaciones entre estos actores.

El persistente conflicto en Yemen hace que Arabia Saudita e Irán todavía se confronten por su apoyo a bandos opuestos. Además, las sanciones sobre Irán, relacionadas con su programa nuclear, podrían transformarse en fuente de tensiones entre estos países y las superpotencias.

La política interna de los tres países también generará obstáculos no previstos.

El análisis de las políticas china e iraní merecería un estudio aparte; por ahora nos detendremos en la situación saudita.

El príncipe heredero Mohamed bin Salmán trata de emprender un proceso de modernización —minería, servicios financieros, turismo y entretenimiento— con los límites señalados por los valores medievales de la versión sunnita del islam (wahabismo), violaciones de  derechos humanos, tribalismo, profunda dependencia de los trabajadores extranjeros y la arcaica posición asignada a las mujeres en esa sociedad.

El plan saudita Visión 2030 busca romper la adicción a los hidrocarburos y comenzar la diversificación de la economía, pero sin reformar la gobernanza y sin apertura política. Reformas económicas con estabilización autoritaria en torno a un conglomerado de dictaduras.

Para alcanzar la modernización, la sociedad saudita requerirá ciertos requisitos. Sin embargo, los saudís están socializados en la obediencia ciega y acostumbrados a no cuestionar a sus jerarcas, el disenso es imposible en Riad y sin este no son posibles el progreso y la innovación.

Los saudíes van más allá de buscar obsesivamente la estabilidad y la modernización en el marco de su rígido modelo autocrático de petroestado, a sabiendas que los dividendos del oro negro tendrán un claro límite en el futuro. La diversificación de la economía es un imperativo en lo interno y es necesaria para alcanzar una proyección global.

En este contexto, el heredero del trono saudita quiere convertirse en árbitro del nuevo orden regional y explora inversiones que trasciendan las viejas brechas sectarias y geopolíticas.

El heredero busca una nueva arquitectura endógena de la seguridad regional, a pesar de las debilidades de un ejército fuerte en armas pero débil en organización.

Los intentos de modernización del príncipe obedecen también al objetivo de maquillar la monarquía autocrática, se trata de lavar la imagen de represión y violación permanente de los derechos humanos. El blanqueo político “reputacional” está detrás del esfuerzo por contratar grandes estrellas del mundo futbolístico como Karim Benzema o Cristiano Ronaldo (sportwashing), convertir el deporte en un arma para promocionar el país y aumentar su legitimidad interna. Las ofertas de contratos deportivos han llegado hasta el fútbol costarricense, con la contratación de Óscar Duarte en 2022.

Pese a desafíos, el deshielo entre Irán y Arabia Saudita es significativo y tiene el potencial para cambiar la dinámica de los procesos políticos en el Oriente Medio e insertarse de nueva manera en la vida internacional.

La política exterior de Costa Rica debe ser cautelosa en sus relaciones con este estado autoritario, ya que sus valores políticos y sociales entran en abierta contradicción con nuestros principios de promoción de los derechos humanos y la democracia. No debemos sacrificar nuestros valores por inversiones de dudoso valor.

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