Banca de Desarrollo es más eficiente

El saldo de las colocaciones pasó de ₵70.000 millones a ₵321.000 millones entre noviembre del 2014 y finales del 2017

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El Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD) fue tema de discusión durante la pasada campaña política, en la que mucho se habló sobre su desempeño y expectativas. Sin embargo, pasado el fragor de la contienda electoral y con datos en mano, vale la pena tamizar un poco lo que se dijo en su momento.

Si bien el SBD arrancó en el 2008 con vacíos en su ley constitutiva que le generaron algunos contratiempos, es innegable que a partir de la reforma integral a su ley, aprobada en noviembre del 2014, mejoró significativamente su eficiencia y desempeño para aportar beneficios tangibles a las pyme y pequeños productores agrícolas.

Esta reforma trajo consecuencias muy positivas para los beneficiarios: agilizó los mecanismos de colocación por parte de los operadores financieros adscritos y permitió liberar el uso de miles de millones de colones del llamado "peaje bancario".

En noviembre del 2014, luego de seis años de funcionamiento, el SBD contaba con 16.189 operaciones activas mientras que al finalizar el 2017, esa cantidad había aumentado a 42.612, para un crecimiento del 163 % en tres años. Además, en el mismo periodo, el saldo de las colocaciones creció 359 %, al pasar de ₵70.000 millones a ₵321.000 millones. De ese monto, ₵172.000 millones correspondieron a recursos provenientes del Fondo de Crédito para el Desarrollo (FCD), es decir, del “peaje bancario”.

Estos resultados positivos son el fruto de un eficiente proceso de priorización y colocación de los recursos y del papel que desempeñan los operadores y agentes colocadores acreditados ante el SBD, en el otorgamiento de créditos. A la fecha, el Sistema cuenta con 55 operadores y agentes acreditados, que disponen de más de 800 ventanillas de atención en el país.

Consolidar el SBD

Gracias a dicha gestión, a diciembre de 2017 se habían otorgado créditos por $746 millones, provenientes de los tres fondos que fueron creados por la Ley 9274 como fuentes de financiamiento del SBD. Mientras que a través del Fideicomiso Nacional para el Desarrollo (Finade) y del Fondo de Financiamiento para el Desarrollo (Fofide) se otorgaron alrededor de $435 millones, con los recursos del FCD o “peaje bancario” se concedieron créditos por casi $311 millones, canalizados a través de bancos públicos, de acuerdo con la ley del Sistema, y de bancos privados, que también pueden disponer directamente de esos recursos para colocarlos entre quienes califiquen como beneficiarios del SBD, al amparo del el inciso ii) del artículo 59 de la Ley Orgánica del Sistema Bancario Nacional (Ley 1644).

Obedeciendo a estas disposiciones, los bancos privados tienen ya una programación definida por Ley para la colocación de unos $88 millones durante el 2018 y el 2019; recursos que deberán ser regresados del FCD hacia esas entidades financieras.

Asimismo, la disponibilidad de recursos del Finade, $18 millones, está comprometida para su colocación durante este año, lo mismo que el Fofide, que es administrado por cada banco público y que se fondea con el 5% de las utilidades anuales de estas instituciones financieras.

Actualmente, el Fofide posee una cartera de crédito por $162 millones, sin embargo, el patrimonio de este fondo es de $133 millones, lo que significa que, a la fecha, los bancos públicos han prestado más allá de la obligación mínima establecida por la ley del SBD.

La programación de estos recursos para los meses venideros es otra muestra de que los fondos no están ociosos, sino que están siendo utilizados de manera eficiente. Un dato más es que el SBD colocó los recursos a una tasa de crecimiento del 54% a diciembre del 2017, lo que es muy superior a la que mostró el Sistema Financiero Nacional que fue del 9%, según los datos del Banco Central sobre el crédito interno total otorgado por el sistema financiero.

Es por ello que considero de vital importancia, darle al SBD la posibilidad de consolidarse como sistema, evitando así que se convierta en tentación política o caja chica de sectores específicos, a la vez que se asegura su permanencia en el tiempo con la búsqueda de nuevas fuentes de recursos frescos, para seguir aumentando su eficiencia.