El editorial de EF, con respecto a la evolución del sistema de pagos en el Ministerio de Educación Pública llama la atención hacia un tema crucial: ¿Cuál es el papel que deben desempeñar la innovación y la tecnología en los procesos de cambio en la Administración Pública?
Debemos tener claro que tecnología es solo una herramienta al servicio de la innovación, entendida como el uso del conocimiento para romper viejos esquemas y modernizar la manera en que se piensan y se prestan los servicios al ciudadano.
Para que resulte exitoso, este rompimiento de paradigmas debe ser planificado y cuando los procesos implican innovación tecnológica, es doblemente necesario.
Hay que definir una estrategia, un plan de acción con etapas, niveles de cumplimiento y responsables identificados.
También diseñar modelos de prueba e implementar planes piloto, para evaluar la eficiencia y eficacia de los servicios, y poder realizar los ajustes que sean necesarios antes de que lleguen al usuario final. Las buenas prácticas recomiendan, además, contar con un plan de contingencia que asegure la continuidad y la prestación del servicio.
Lo más importante está definido por cuatro ejes:
a) La calidad de la información con la que se van a alimentar los sistemas y la evaluación de sus resultados.
b) La capacitación previa y permanente a los funcionarios que se encargarán de su administración.
c) La comunicación adecuada, a lo largo de todo el proceso, a los ciudadanos o los usuarios del servicio, con absoluta transparencia acerca de los impactos y de los beneficios que traerán estas innovaciones.