Lo que no se mide, no se puede mejorar. Ese es un principio básico de toda gestión. De ahí que es muy aplaudible el esfuerzo que ha hecho el gobierno de Luis Guillermo Solís para presentar un Plan Nacional de Desarrollo (PND) con metas medibles. Este es un paso fundamental para pasar de la ilusión a los hechos, tal y como titula el editorial de este periódico la semana pasada.
El PND presentado por el Gobierno contiene metas, en cuanto a la actividad económica, que no son discutibles. Crecer más rápido, generar más empleos, aumentar la empleabilidad de los trabajadores, mejorar la productividad y el valor agregado del agro y de las pymes, es parte de lo que todos queremos para la economía costarricense. Es decir, que seamos más productivos y competitivos.
Al mismo tiempo, creo que hay acuerdo en que la estabilidad económica es fundamental para crear un ambiente propicio para el crecimiento de los ingresos y la paz social. Por eso es importante que el PND incluya metas como la reducción del déficit fiscal,mantener una inflación baja y estable.
Está claro que existe una gran simbiosis entre las metas de crecimiento y de estabilidad. La experiencia de Costa Rica nos indica que no hay mejor reforma fiscal que un alto nivel de crecimiento de la actividad económica. Por otro lado, la inestabilidad que provocaría una situación fiscal insostenible tendría como consecuencia un estancamiento de la economía, mayor desempleo y deterioro de la situación social de los costarricenses.
Para evitar caer en esa situación, es fundamental que el Gobierno se aboque, de inmediato, a las tareas relacionadas con la consecución de las metas del PND que tienen que ver con la competitividad.