Putin ha anunciado el despliegue de cohetes como respuesta a la presencia de nuevas fuerzas militares de la OTAN en el este de Europa.
Aviones de combate rusos y estadounidenses se han acercado peligrosamente en los cielos de los países Bálticos y algunos periódicos ( Der Spiegel ) anuncian intentos por instalar cohetes nucleares de alcance intermedio en Europa.
Estos hechos han llevado a que el columnista del The New York Times , Thomas L. Friedman, se pregunte: ¿Alguien reinició la Guerra Fría mientras yo miraba en otra dirección?
No estamos ante la misma situación de décadas anteriores. Hoy, el conflicto tiene otra naturaleza: la disputa por esferas de influencia, con escasas connotaciones ideológicas (Realpolitik). El mundo bipolar era un mundo ordenado, el conflicto se circunscribía a zonas periféricas y a la amenaza de la destrucción mutua.
La implosión soviética creó zonas vacías que trataron de ser ocupadas por la potencia triunfante. La extensión de la OTAN a los países de Europa del este es un reflejo de esto.
La humillación geopolítica que esto ha significado para Rusia ha intentado ser revertida gracias a los recursos de los hidrocarburos en Georgia y en Ucrania.
El gran nacionalismo ruso y el conservadurismo en materia de costumbres han fortalecido al Kremlin, en un país acostumbrado a vivir bajo la idea de fortaleza asediada (Lenin).
La alianza con China brinda un nuevo aire a Putin, a pesar del descenso en los precios de los hidrocarburos, pero el nuevo aliento alimenta el potencial de conflicto en Europa, donde los vecinos de Rusia (estados Bálticos, Polonia) ven con aprehensión la hipótesis de un regreso de la dominación rusa.
La instalación de equipos militares norteamericanos en esos países, maniobras militares conjuntas y el aumento de los efectivos de la fuerza europea de reacción rápida auguran tensiones crecientes en un continente que parecía haber dejado atrás el espectro de la guerra.