Columna Enfoques: Se sienten aires de guerra, ¿nos cruzamos de brazos?

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Brexit, Dallas, Niza y Turquía; el asesinato de policías en Baton Rouge y la convención republicana, han acaparado la atención y hemos dejado ir sin análisis el encuentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Varsovia, el 8 y el 9 de julio.

La preocupación militar recorre Europa tanto en Occidente como en Eurasia.

Crimea, la guerra híbrida en Ucrania, las tensiones en Moldavia y Georgia y las maniobras de miles de soldados rusos, nos hablan de la preocupación de Moscú por la expansión occidental en Europa del Este y en su vecindario cercano. Rusia muestra asertividad frente a Europa y los EE. UU.

La OTAN ha acordado reforzar su presencia militar en los países bálticos y el espacio postsoviético. La movilización de cuatro batallones no permanentes en Estonia, Lituania, Letonia y Polonia es un indicador.

La OTAN ha comenzado a desarrollar una fuerza de reacción rápida (40.000 soldados) con un componente de avanzada que podría movilizarse entre 48 horas y cinco días. El desarrollo de un sistema antimisiles está en su primera etapa, no obstante, ya están desplegados barcos con esa capacidad en España (Rota).

Los acontecimientos de Turquía revelan vulnerabilidades en un flanco de la OTAN. La inestabilidad turca –consecuencia de la guerra en Siria–, la rebelión kurda, los roces y reconciliación con Moscú, causan inquietud en la OTAN. Las divisiones de Europa se ensanchan más allá del Brexit; el ascenso de la extrema derecha, alentada en algunos casos desde Moscú, es un síntoma.

Suenan tambores de guerra y se escucha el ruido de los sables. La guerra no es inminente, pero el orden mundial de la posguerra fría se altera aceleradamente.

No podemos cruzarnos de brazos ante esas transformaciones. Repensemos nuestra política exterior y anticipemos decisiones frente a posibles escenarios de conflicto. Nuestra capacidad de incidencia es limitada, sin embargo, esperar a que se aclaren los nublados del día no es prudente.