Editorial: Agresión rusa, ilegal e imperialista

Los actos de Vladimir Putin han atropellado los principios de la coexistencia pacífica

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El zar Vladimir Putin se ha saltado todos los principios del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas en su obsesión por restaurar el imperialismo ruso-zarista y soviético y construir una esfera de influencia en su vecindario cercano. El autócrata moscovita quiere reintegrar a las repúblicas exsoviéticas bajo su mando y dar los primeros pasos para volver a aplicar la doctrina de la soberanía limitada a los países de Europa del Este y Bálticos, de ahí su petitoria de retiro de la OTAN del este europeo y de neutralización de Ucrania.

La agresión contra su vecino ucraniano revela la intención revanchista del inquilino del Kremlin, siguiendo el delirio geopolítico ruso de adueñarse de la península europea, proclamarse dueños de Eurasia, y satisfacer los impulsos profundos de una potencia expansiva, resentida y reincidente en sus agresiones (Georgia, Crimea). Desde una perspectiva moscovita la soberanía ucraniana queda supeditada al papel de territorio amortiguador (Pequeña Rusia-Málaya Rosiya) frente a la posibilidad de invasiones desde el oeste y recurso económico del nuevo imperio de Putin.

El ingreso de tropas rusas al Este de Ucrania (Donbás), y más allá, es una invasión, en clara violación de su integridad territorial y su soberanía. El exagente de la KGB estalinista ha atropellado los principios de la coexistencia pacífica: respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, no agresión mutua, no interferencia en los asuntos internos.

La gran justificación para este asalto ha sido esgrimir, contra toda la evidencia histórica, que Rusia y Ucrania son el mismo pueblo. El irascible dictador ruso también ha atribuido la existencia de Ucrania a una ficticia creación de Lenin. Ambos países tienen vínculos que datan desde la Edad Media, el primer estado eslavo surge del Rus de Kiev. La capital ucraniana fue establecida antes que Moscú. Durante mil años las fronteras, las religiones y los pueblos se alternaron y mezclaron en esos territorios, creando una realidad multiétnica que no puede reducirse a una relación familiar con los rusos, partes de Ucrania estuvieron en el imperio ruso, pero otras regiones fueron parte del imperio Austro Húngaro, Polonia o Lituania.

La identidad ucraniana ha entrado en conflicto con Rusia desde la época del zarismo y muchos rusos minimizan al país llamándolo el pequeño hermano, que hoy quieren recuperar, cuando lo cierto es que raíces y evolución han sido diferentes, el conflicto en Ucrania va más allá de la geopolítica, Putin trata de recuperar el corazón eslavo del imperio ruso.

Fruto de esa compleja historia las diferencias lingüísticas son claras, así como las religiosas, ambos países practican la religión ortodoxa pero los ucranianos siguen al patriarca de Kiev, Epifanio I, y los rusos al patriarca de Moscú, Kiril, este último fiel pilar del conservadurismo social y político de Putin.

Pretender que la soberanía ucraniana es una mera extensión del dominio de los países europeos y de Estados Unidos, ignora realidades políticas de las que surge la independencia de Kiev como fue el referendo democrático de 1991, en el que los ciudadanos ucranianos votaron abrumadoramente a favor de abandonar el imperio soviético. Putin ha reconocido que la independencia de Ucrania se originó en Rusia y no en una conspiración de Occidente: “Les dimos a estas repúblicas el derecho de abandonar la unión sin términos ni condiciones”. Hoy se trata de desmembrarlas primero, y luego de reinsertarlas a la fuerza en el régimen autocrático.

Las consecuencias para el sistema internacional provocan grandes inquietudes y preocupaciones pues la ruptura de las fronteras abre espacio para que los autócratas empiecen a ocupar territorios con el pretexto de la presencia de grupos étnicos aparentados con el estado invasor.

La invasión rusa es también una advertencia a las quince repúblicas exsoviéticas países del Báltico, del Cáucaso y de Asia Central, sobre la intención rusa de imponerle términos y condiciones a su soberanía.

El mundo multipolar en que vivimos pareciera encaminarse por la ruta de rivalidades entre potencias, que desembocan en la agresión rusa con atropello a los principios del derecho internacional en beneficio de la fuerza, en clara amenaza para la paz mundial.

Las consecuencias no han tardado en manifestarse. El canciller alemán ha suspendido la certificación del gasoducto Nord Stream 2 para transportar gas de Rusia a Alemania. La UE ha adoptado sanciones económicas y Estados Unidos (EE. UU.) ha empezado a tomar sanciones financieras contra Moscú y los oligarcas que apoyan a Putin.

De este episodio podría seguir una guerra sangrienta, originada en la visión de Putin, sus siloviki (exagentes de la KGB) y los oligarcas cleptócratas del Kremlin. El proyecto geopolítico es construir de nuevo una gran potencia (Derzhava), reafirmando la identidad cultural rusa por sobre las diferencias étnicas. El restablecimiento de un poder estatal vertical como consecuencia de una lectura de la debilidad soviética que llevó a perder la condición de superpotencia. La condición de más de 20 millones de rusos que quedaron residiendo en las repúblicas postsoviéticas, utilizándolos como excusa para invadir otros territorios, es otra inquietud del autócrata Putin. La creación de una esfera de influencia en su vecindario cercano, copiando la doctrina Monroe del patio trasero, es su objetivo último, así como la retirada de la OTAN de los países de Europa del Este.

El aumento de las tensiones en Europa y una guerra en Ucrania tendrán fuertes consecuencias para la economía mundial que afectarán a la nuestra, pero habrá consecuencias políticas también. Costa Rica como país pacífico y sin ejército, amenazado por la presencia militar rusa en nuestra región hizo bien en condenar sin ambages el avance imperialista ruso en Ucrania, que pone en peligro a las democracias amigas europeas, en el camino de la perversa ambición rusa. En días recientes el viceprimer ministro ruso Yuri Borisov, militar de alto nivel y exviceministro de defensa ruso, visitó Venezuela, Nicaragua y Cuba, ofreciendo ampliar la cooperación militar con estos países.

Ante la injerencia rusa en su backyard, los EE. UU. apretarán sus mecanismos de control en el Hemisferio Occidental, el aventurerismo ruso amenaza con traer militarismo a nuestra región, debemos prepararnos para esos escenarios, afianzando nuestras alianzas tradicionales, ancladas en la democracia liberal, el respeto a los derechos humanos y el rechazo a todas las formas de autoritarismo.