Editorial: Al rescate de la educación

Si la grave situación que describe el Estado de la Educación 2021 no se corrige a tiempo estaremos condenando a miles de costarricenses al desempleo

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El 8.º Informe del Estado de la Educación 2021, elaborado por el Programa Estado de la Nación, evaluó la evolución reciente de la educación costarricense y concluyó que su desempeño es inadmisible a la luz de la inversión pública que se realiza. Identificó serios problemas de cobertura y calidad en preescolar y primaria (lectoescritura, matemática, ciencias); un desempeño muy bajo en competencias claves en secundaria (fracaso en las pruebas PISA, particularmente en matemáticas y competencia digital); y una situación estratégica comprometida a nivel universitario (cobertura, vulnerabilidad financiera, estructura de gastos e ingresos, y adaptación de la oferta académica), todo para concluir que la educación vive “la peor crisis de varias décadas”, como consecuencia de falencias y rezagos históricos, agravados por las interrupciones provocadas por las huelgas y la crisis sanitaria de la pandemia de la COVID-19.

Ese importante informe vino a confirmar la validez de las recomendaciones que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) había señalado en el 2017: la necesidad de dar prioridad a la primera infancia y darle acceso a educación de calidad (alfabetización temprana); enfocarse en mejorar áreas de aprendizaje fundamentales en la educación básica (estándares mínimos); buscar una educación diversificada más inclusiva (estudios vocacionales y deserción) y vincular mejor la educación superior con las metas de desarrollo del país.

Esta última recomendación es relevante con vista de los hallazgos del reportaje que este medio publicó la semana anterior en donde se evidencia que solo tres de cada 10 graduados universitarios obtienen títulos en carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas, por sus siglas en inglés), proporción que no ha variado en los últimos tres años.

La necesidad de adaptar la oferta académica de las universidades públicas y privadas, a que hace referencia el Estado de la Educación 2021, y de vincular más la educación superior con las metas de desarrollo —que recomienda la OCDE— buscan, precisamente, que la muy importante inversión que hace Costa Rica en la formación de su sector profesional se concentre en aquellas áreas que nos permita enfrentar de la mejor manera posible los desafíos de la cuarta revolución industrial y la economía del conocimiento.

Ciertamente, esa vinculación, como bien señala el director de la División de Planificación Universitaria del Consejo Nacional de Rectores (Conare), es una dinámica de doble vía, tanto desde el lado de la oferta como desde el lado de la demanda y, por ello, las acciones deben tomarse en los dos ámbitos.

Las universidades deben invertir y desarrollar planes y programas atractivos para los futuros profesionales, y los estudiantes deben demandar de los centros de enseñanza carreras relevantes que luego les permitan incursionar satisfactoriamente en el mercado laboral, tomando en cuenta debidamente las señales que emite ese mercado.

En la actualidad, las señalas son consistentemente claras: los estudios demuestran que las carreras STEM serán cada vez más predominantes en la conformación del mercado laboral del futuro y desde ya las ingenierías son carreras mejor pagadas y gozan de mayor estabilidad en el trabajo. Además, las empresas multinacionales con planes de inversión directa en los sectores prioritarios reclaman la escasez de personal especializado en los campos STEM, a pesar de los esfuerzos que han hecho el gobierno y la Cinde por redireccionar la formación de profesionales.

“Si la grave situación que describe el Estado de la Educación 2021, en términos de las carencias en la formación de matemáticas, ciencias y competencia digital, entre otras, no se corrige a tiempo, estaremos condenando a miles de costarricenses al desempleo y a la pobreza”.

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Esta disonancia es particularmente relevante cuando las cifras de desempleo en el país han alcanzado cifras alarmantes. Es decir, tenemos una gran cantidad de personas que busca empleo pero que no cuenta con las destrezas que requieren las empresas que los quieren contratar, mientras que esa fuerza laboral no capacitada debidamente podría llegar a ser más fácilmente sustituida por la robotización y la inteligencia artificial en pocos años.

Al mismo tiempo, para que tenga lugar una más amplia demanda estudiantil por carreras STEM, es indispensable que el sistema educativo los prepare desde sus inicios, de manera que reciban las competencias y habilidades necesarias para poder tener acceso adecuado a la educación terciaria y desarrollar el gusto por este tipo de carreras. Si la grave situación que describe el Estado de la Educación 2021, en términos de las carencias en la formación de matemáticas, ciencias y competencia digital, entre otras, no se corrige a tiempo, estaremos condenando a miles de costarricenses al desempleo y a la pobreza, pues grandes sectores de la población padecerán de capacidades disminuidas y serias dificultades para tener acceso a los trabajos del futuro.

La situación es realmente crítica y compleja. Un país que se precia de privilegiar la educación como el medio más idóneo para combatir la pobreza, la exclusión y la desigualdad no puede quedarse inerte. Y ya vamos tarde.