Editorial: Banda y mente angosta

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Hace un año El Financiero publicó un reportaje titulado “Es la hora crítica de Internet banda ancha en Costa Rica”, en el cual se destacaba nuestra mala situación de banda ancha (cara, lenta y asimétrica). Esta semana publicamos otro reportaje en el que se concluye que después de un año no hemos mejorado, mientras el resto del mundo continúa en la carrera para conectar a los ciudadanos lo mejor posible.

La correlación entre el aumento de la penetración de banda ancha y el crecimiento del PIB se ha demostrado hasta la saciedad, igual que la correlación directa entre la velocidad de conexión y la cantidad de servicios adquiridos. Sin embargo, el Plan Nacional del Desarrollo de las Telecomunicaciones (PNDT), en una demostración de mente angosta, continúa definiendo banda ancha como 2Mbps, “la velocidad de la conectividad de servicio universal a nivel de hogares en situación de vulnerabilidad, se establece como mínimo de 2 Mbps…”, “las entidades públicas, la velocidad de Internet tendrá como línea de partida, al menos 6 Mbps”, y “los colegios del MEP con bachillerato internacional con el modelo Tecnoaprender implementado, con una velocidad mínima a Internet de 20 Mbps, al 2021”.

Hoy, no dentro de cinco años, 20 Mbps son ridículamente poco para un colegio con 100 estudiantes. La velocidad de la conexión de un centro educativo se debe definir por alumno, no por edificio. La angostura mental nos ha llevado a que los fondos de Fonatel se continúen gastando (no invirtiendo) en telefonía celular que es capaz de ofrecer los angostos de banda establecidos en el PNDT, perpetuando así uno de los peores desperdicios de nuestra historia.

Mientras tenemos varios cientos de millones de dólares en un fideicomiso destinado a mejorar nuestra conectividad, el país sigue perdiendo posiciones en el ranking del “Estado de la Internet”, que publica trimestralmente Akamai (ya estamos entre los 40 países con peor conectividad del mundo).

Es, para todos obvio, que gran parte del éxito de la Internet móvil es la deficiencia (en velocidad/precio) de la Internet fija. Internet fija, confiable y de alta velocidad es posible en el muy corto plazo. Costa Rica cuenta con miles de kilómetros de fibra óptica (aunque es totalmente secreta la localización de esta, a pesar de que la gran mayoría se pagó con fondos públicos), pero nos falta el acceso. Un impacto inmediato de conectividad de alta velocidad a precios asequibles sería una mejora sustancial de los problemas viales, ya que todos los trabajadores de oficina podrían trabajar remotamente por lo menos dos días por semana.

La Ley General de Telecomunicaciones diferencia claramente entre los operadores de red y los proveedores de servicios (utilizando redes propias o ajenas), incluso obliga a los operadores de red a alquilar su capacidad ociosa a cualquier proveedor de servicios que lo requiera, pero permite que los operadores sean también proveedores.

Recientemente La Nación publicó en nacion.com una interesante entrevista con el ministro del Micitt, en la que Marcelo Jenkins propone conectar a todos los costarricenses con fibra óptica de alta velocidad a un precio no mayor a $1 por Mbps. Propone el jerarca que los proveedores de servicio compartan una única red de fibra óptica, eliminando así la duplicación y triplicación de infraestructura que tan caro nos está costando.

Si bien el PNDT no excluye la posibilidad de implementar la idea del ministro, tampoco la promueve, y de hecho cuando se le consultó por el financiamiento de la red mencionó que son “cientos de millones de dólares” y están buscando cómo financiarlo, en ningún momento consideró utilizar el dinero que tiene cinco años ocioso porque sabe muy bien que la Sutel se aferra a lo que dice el PNDT (publicado por el Micitt) y lo utiliza como excusa para seguir implementando tecnología celular.

Además, creemos que será muy difícil convencer a los proveedores de servicios para que utilicen las redes de sus competidores, pues ¿quién quiere tener a un competidor como proveedor?

Tal vez si los operadores de red tuvieran una contabilidad de costos confiable (de acuerdo con estándares internacionales) que garantice que su precio interno de transferencia (entre la parte que opera la red y la que provee servicios) sea el mismo que cobra a terceros, tal vez entonces podría suceder. Pero todos sabemos que ese no es el caso que nos ocupa.