Editorial: Bicsa y el pecado original

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El Banco Internacional de Costa Rica S. A. (Bicsa) ha sido objeto de varias noticias en la prensa local durante las últimas semanas. Por esta razón, en esta edición presentamos a nuestros lectores un reportaje para profundizar en la situación de este banco estatal, propiedad del Banco de Costa Rica y del Banco Nacional. Se trata de un banco asentado en Panamá, con operaciones en Estados Unidos y en otros países.

LEA: Bicsa padece de baja liquidez y un pasivo más costoso

En primer lugar es importante recordar la historia. Bicsa desempeñó un papel muy importante en mantener las relaciones del país con el exterior en la década de los años 80 del siglo pasado, cuando el Gobierno de Costa Rica dejó de pagar su deuda externa. Este banco fue el “salvavidas” del país para sortear el aislamiento financiero en ese entonces.

En las circunstancias actuales, Bicsa tiene –como cualquier otra entidad financiera– que llevar a cabo sus operaciones en mercados internacionales altamente competitivos, administrar riesgos crediticios, de liquidez, de precios de mercado, operativas, de reputación, etcétera.

Bicsa, de acuerdo con la información suministrada por las calificadoras de riesgo, tiene sus fortalezas y debilidades.

Su cartera de crédito se mantiene con baja morosidad. Sin embargo, hay una importante concentración de su cartera en unos “pocos” y “grandes” créditos. La capacidad del banco para atraer fondos se ha mantenido estable. Sin embargo, este fondeo tiene una importante concentración en unos cuantos suplidores de recursos.

De acuerdo con los estándares internacionales, Bicsa es un banco muy pequeño, su cartera de crédito consolidada es cercana a los $1.500 millones. Esto hace difícil aprovechar las economías de escala y competir exitosamente. Entre otras razones, esto conduce a que el banco tenga una moderada rentabilidad.

En la prensa local han trascendido los problemas que tiene el Banco Internacional de Costa Rica S. A. para poder detectar en forma eficaz el lavado de dinero originado en el tráfico de drogas o en actividades terroristas. Esto en sí es un problema importante e implica un riesgo de reputación de alta relevancia.

Las anteriores fortalezas y debilidades de índole financiera son relativamente normales en el mundo bancario y los banqueros son expertos en lidiar con ellas. Por esta razón, nos parece que la principal debilidad de Bicsa está en su junta directiva, constituida en su mayoría por personas que tienen poca o ninguna experiencia o formación en materia bancaria.

Lo anterior se debe al “pecado original” de la conformación de las juntas directivas de sus dueños, los bancos estatales.

Los gobiernos anteriores y, el actual no es una excepción, han nombrado con mucha frecuencia en las juntas directivas de los bancos estatales a dirigentes políticos carentes de toda formación bancaria.

¿Qué hacer entonces con Bicsa? En realidad, hay dos opciones.

La primera, es su continuación como un banco propiedad del Estado. En este caso, si se quiere administrar en forma adecuada el banco, se debería poner su junta directiva en manos de personas expertas en materia bancaria para aprovechar sus fortalezas y corregir sus debilidades.

Pero si lo anterior no fuera posible, sería mejor buscar su venta al sector privado. Esto evitaría que el Banco Internacional de Costa Rica S. A. pierda su valor o que se constituya en un alto riesgo para las finanzas de los bancos estatales y del fisco costarricense.