Editorial: Economía de año electoral

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P arece ser que este último año, como sus anteriores, el Gobierno será más exitoso en mantener el control de la inflación que en promover cambios de ritmo en la dinámica del crecimiento o cambios estructurales que pongan al país en ruta hacia lograr un mayor crecimiento, equidad y sostenibilidad.

EF realizó una consulta a 22 economistas para conocer sus opiniones respecto a las perspectivas económicas del último año de la administración Chinchilla. Aunque hay alguna divergencia de opiniones, en todos los casos una mayoría clara se inclinó por alguna de las posiciones.

Por ejemplo, un 59,1% de ellos opinó que la inflación se mantendrá bajo control y en niveles bajos, mientras que un 22,7% consideró que esa meta es prácticamente inalcanzable. Así, la perspectiva es inflación de un solo dígito. No se presagian grandes presiones externas por las importaciones de hidrocarburos ni de otra fuente, por lo que seguramente en este campo estaremos bajo control.

Un 81,9% opina que las metas de crecimiento entre 5% y 6% difícilmente se alcanzarán. La verdad es que no hay ninguna razón estructural para esto, por lo que no queda más que pensar que es por la falta de confianza que el ritmo de inversión será menor de lo proyectado, resultando entonces en tasas de crecimiento inferiores al 5%.

La tercera variable de la consulta fue la de la tasa de desempleo, en que la meta es llegar a una tasa de 6%. El 90,8% de los economistas considera que la meta tiene probabilidades bajas (36,4%) o muy bajas (54,4%) de alcanzarse. El crecimiento del empleo tiene una relación de dependencia con las variables de inversión y crecimiento, por lo que hay consistencia en los resultados de la encuesta.

Respecto a la competitividad del país, en que la meta declarada es mejorar tres puestos en la clasificación del Índice Global de Competitividad, un 54,6% cree que no se logrará, mientras un 18,2% cree muy probable que se cumpla. Las debilidades en este campo son claras y se centran principalmente en el rezago relativo de su infraestructura y mercados de capital, y en los excesos de trámites y burocracia para hacer avanzar sus estrategias.

Una amplia mayoría de los encuestados prefiere que en vez de agregar nuevos proyectos de infraestructura se completen los ya iniciados, y un 95,5% prefiere que se mantengan los esquemas de concesión de infraestructura pública, pues de otra manera no ven salida a la desventaja del país en este campo.

A nivel cambiario, una leve mayoría de los economistas abogan por una “flotación administrada” del dólar, pero una proporción también alta considera que no es el momento de cambiar el sistema de bandas. Solo un 4,5% abogó por la dolarización. En resumen, la expectativa es que nada o poco cambiará este año en el manejo cambiario.

Los consultados no creen que este sea un momento propicio para pensar en una reforma fiscal, sino más bien de trabajar para seguir aumentando la recaudación y recortando los gastos vía acciones administrativas. En un año electoral ninguna otra alternativa parece factible.

Este que nos pintan es un escenario pesimista. Costa Rica tiene la capacidad de crecer vigorosamente, controlando la inflación y resolviendo sus problemas estructurales, pero difícilmente en un ambiente de contienda política y politiquera. Debido a nuestros líderes políticos, quienes en buena teoría debieran guiarnos al desarrollo, este seguramente será otro año sin pena ni gloria.