Editorial: Educación en estado de alerta

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Los efectos inmediatos de la pandemia están a la vista, tanto en lo sanitario como como en lo económico. A nivel mundial, hemos sobrepasado los 45 millones de personas contagiadas y más de un millón de muertes, enfrentándonos con sistemas de salud colapsados, una dramática caída de la actividad económica, desempleo, empobrecimiento generalizado y desolación a lo largo y ancho del planeta, mientras presenciamos el inicio de una segunda oleada cuyas repercusiones todavía desconocemos.

En Costa Rica las cifras tampoco son alentadoras aunque a una escala mucho menor: más de 100.000 casos de contagio confirmados y más de 1.300 decesos, en medio de una economía que ya venía mal, con un Estado quebrado y un aparato productivo apenas sobreviviendo los embates de la crisis.

Pero muchas de las consecuencias de la COVID-19 están todavía por aparecer y se manifestarán de muy diversas maneras, como lo revela un reciente estudio realizado por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la UCR y el Programa Estado de la Nación, sobre la “nueva realidad educativa”, al cual dedicamos el reportaje de esta semana. El informe, elaborado con datos de más de 2.500 familias, desnuda las congojas y limitaciones que enfrentan los estudiantes de preescolar, primaria y secundaria para poder continuar recibiendo lecciones en modo virtual ahora desde el confinamiento de sus casas.

En anteriores ocasiones ya habíamos señalado que un 40% de los hogares no tienen acceso a Internet fijo, la velocidad de subida es mala, el servicio es inestable y caro, y que 500.000 alumnos de primaria y secundaria no tienen acceso a la educación virtual, precisamente por esas falencias. Este nuevo estudio agrega que, en muchos casos, en los hogares que sí tienen acceso a Internet, aunque sea a través del teléfono móvil, este ha debido ser compartido entre los varios hijos y, además, con el padre o madre que teletrabajan. Estas deficiencias en la conectividad hace que los esfuerzos que ha hecho el Ministerio de Educación para responder a la pandemia tras haber transcurrido siete meses desde su inicio, primero con el uso de la plataforma de “Whatsapp” y luego con la de “Microsoft Teams”, se queden muy cortos.

Incluso las familias que sí tienen acceso a la educación virtual, no obstante las mencionadas limitaciones en la conectividad, encuentran serias dificultades para acompañar debidamente a los estudiantes en su proceso educativo. En unos casos (58% de las familias) porque los padres no se sienten preparados ni con los conocimientos suficientes como para sustituir o complementar la labor de maestros y profesores; en otros, porque las obligaciones laborales les consume la mayor parte de su atención, sea teletrabajando o teniendo que salir a buscar el sustento diario fuera de sus casas. Esto deteriora la calidad de la educación recibida.

De continuar este estado de cosas, la falta de acceso a la educación virtual, las limitaciones de conectividad, la ausencia de acompañamiento en los hogares y las serias necesidades económicas cada vez más apremiantes redundarán, lamentablemente, en rezagos educativos dramáticos para amplios sectores de la población, los que, a su vez, implicarán, más temprano que tarde, mayores dificultades para insertarse en el mercado laboral, bajos niveles de productividad, imposibilidad de acceso a salarios adecuados, y más pobreza.

El problema es todavía más grave si se consideran las deficiencias que ya evidenciaba la educación costarricense en los últimos tres lustros, como lo ha advertido la OCDE: cobertura insuficiente en preescolar; baja calidad y rendimientos muy pobres en primaria; deserción y carencia de habilidades básicas en secundaria; insostenibilidad financiera y displicencia en áreas tan cruciales como las ciencias, tecnología, ingeniería y matemática, en la educación universitaria. Todo ello a pesar de que, en términos porcentuales en relación con el Producto Interno Bruto, Costa Rica invierte en educación más que cualquier otro país en Latinoamérica y entre los miembros de la misma OCDE.

Las diferencias entre quienes tienen acceso o no a la educación virtual, entre las familias con padres preparados académicamente o no, entre las familias que siguen teniendo trabajo y las que lo perdieron, entre quienes reciben educación pública y quienes reciben educación privada, tenderá a profundizarse y acentuará la desigualdad de oportunidades y de resultados, constituyéndose en un peligro latente para el desarrollo ordenado de la sociedad, todo lo cual obliga a que el país se replantee urgentemente las prioridades, revise la eficiencia del gasto en el sector de educación, y acelere los cambios en el diseño, financiamiento y ejecución de las políticas educativas.