Editorial: El duro golpe para Guanacaste y el para el país

El sector turismo ha sido una de las víctimas más golpeadas por los efectos de la pandemia y sobre todo por la incertidumbre

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Con la anexión del Partido de Nicoya, el 25 de julio de 1824, Costa Rica no solo agrandó el territorio nacional, sino que se enriqueció desde el punto de vista turístico gracias al acervo cultural y las extraordinarias bellezas naturales que aporta la provincia de Guanacaste. Con sus 10.000 kilómetros cuadrados y casi 400.000 habitantes, numerosas playas, volcanes y parques nacionales, Guanacaste se convirtió rápidamente —y a partir de finales del siglo pasado— en el más importante foco de atracción para el turismo nacional y extranjero.

El establecimiento de reconocidas cadenas hoteleras, la apertura del aeropuerto internacional Daniel Oduber (y los nuevos vuelos que implicó), así como la construcción de algunas otras obras de infraestructura, junto con cientos de emprendimientos grandes medianos y pequeños, han hecho de la oferta turística guanacasteca un punto de encuentro insustituible para nuestros visitantes. La actividad turística de la región se complementa con una extensa actividad agropecuaria que atiende tanto el mercado local como el internacional (ganadería, azúcar, arroz, melón, sandía, etc.), la generación de energía eólica y geotérmica, un incipiente sector industrial y de alta tecnología, y un sector de servicios que venía en crecimiento constante debido al efecto multiplicador que el turismo provoca. Así, innumerables servicios de sodas y restaurantes, proveedores de alimentos, operadores de tours, alquiler de vehículos, servicios profesionales, entre muchos otros, proliferaron durante las últimas décadas.

El desarrollo del turismo como motor de desarrollo hizo que para el año 2019 la pobreza en la región Chorotega se redujera a un 20,3%, luego de haber alcanzado un 33,2% con ocasión del fuerte golpe recibido por el sector inmobiliario tras la crisis financiera internacional del 2008-2009. Asimismo, los programas de educación dual, impulsados por varias empresas del sector turismo, permitieron la inserción laboral de personas con pocas habilidades técnicas, mientras que los indicadores educativos mejoraron sustancialmente, al punto que el 95% de los niños y adolescentes asistían a la educación formal y que 50% de las personas entre 25 y 39 años completaban la secundaria. Hasta el Coeficiente de Gini mostraba una tendencia a la baja, sugiriendo una reducción de la desigualdad en la región, y evidenciando la estrecha relación existente entre el dinamismo económico, la generación de empleo, y la reducción de la pobreza y la inequidad.

Lamentablemente, el sector turismo ha sido una de las víctimas más golpeadas por los efectos de la pandemia del Covid-19 y, sobre todo, por la incertidumbre que se vive y las necesarias medidas de restricción que han debido imponerse para preservar la salud pública. El sector ha sido devastado y estimaciones recientes concluyen que la crisis de la industria turística no tiene precedentes por su tamaño y alcance, afectando todos los eslabones de una vasta cadena de valor. Según las cifras más recientes de la Organización Mundial de Turismo, todas las regiones registraron caídas dramáticas en las llegadas durante los ocho primeros meses del año: Asia y el Pacífico, la primera región que sufrió el impacto del coronavirus, experimentó una caída del 79% de las llegadas, seguida de África y Oriente Medio con un 69%, Europa con un 68% y en América con un 65%.

En nuestro país, las fronteras estuvieron prácticamente cerradas durante varios meses y la llegada de turistas, como era de esperar, se desplomó. Y, por supuesto, su impacto se siente de una forma especialmente cruda en Guanacaste, como ha quedado patente en el reportaje publicado por este semanario en nuestra pasada edición. De acuerdo con las cifras de la última Encuesta Nacional de Hogares, las reducciones de jornadas, la suspensiones de contratos y el cierre de negocios informales se tradujeron en una reducción del 12,2% en el ingreso promedio por hogar y del 13,2% en el per cápita, llevando la tasa de desempleo a un alarmante 30,5%, mientras que la pobreza se incrementó en 11,4 puntos porcentuales.

La crisis afecta a las grandes cadenas hoteleras y negocios más grandes, pero también a emprendimientos familiares como el de la leche dormida de los Gutiérrez, las rosquillas de doña Joany o la cuajada de doña Filomena, en donde las posibilidades del teletrabajo o de reinventarse en el corto plazo son inexistentes. Las restricciones se han flexibilidado recientemente y se espera un repunte en el cierre de este año, pero es probable que la recuperación sea insuficiente y muy lenta, al no haber todavía disponibilidad de una vacuna efectiva. Mientras ello no ocurra, a los proveedores del sector no les queda más que extremar las medidas de precaución (limpieza, mascarilla obligatoria, distanciamiento, congregaciones pequeñas y al aire libre), no solo para garantizar las seguridades que el cliente necesita sino también para evitar que la situación se salga de control, haciendo aún más difícil esa recuperación.

Idealmente, Guanacaste debe preparase desde ya para cuando la vacuna esté disponible y el despegue sea una realidad, reconociendo sin ambages la trascendencia del turismo sostenible para el bienestar de la región, diseñando un plan de atracción de inversiones renovado, adoptando planes reguladores sensatos, reduciendo trámites y facilitando la forma de hacer negocios, haciendo más transparentes y menos susceptibles de corrupción los procesos municipales, y mejorando la seguridad, la infraestructura y la preparación de su gente. Guanacaste tiene mucho que ofrecer y este trance debe servir para reflexionar, revisar, corregir y tomar impulso para seguir adelante.