Editorial: Facebook participa en las elecciones, pero no tiene la última palabra

Es importante tener presente que las redes sociales están llenas de cuentas ficticias con toda clase de fines inmencionables

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En esta edición de EF publicamos los primeros resultados de una medición desarrollada por el Instituto de Investigaciones en Comunicación de la Universidad de Costa Rica, la cual analiza cómo están utilizando los candidatos a la presidencia de la República sus cuentas en Facebook.

Hoy en día es impensable que un aspirante no posea una cuenta, muy activa, en esa y otras redes sociales, ya que una persona que aprecie su privacidad nunca consideraría la posibilidad de proponer su nombre para un cargo público de elección popular.

El análisis de lo que postean los candidatos indica una clara mezcla de lo que cada uno considera sus fortalezas con la realimentación que obtienen a diario en las mismas redes (lo que le interesa a los electores).

Interesa mucho el tema más impopular, los impuestos. Todos concuerdan en que el problema fiscal es de los más importantes, si no el más relevante, pero en Facebook se refieren muy poco a este problema o lo evitan del todo.

Interesante notar que aquí la culpa puede ser más del medio (redes sociales) que del tópico. Este debe ser tratado durante la campaña, sí o sí. Pero no necesariamente será abordado en las redes sociales. Se podría especular bastante acerca de las razones de esto, desde desconfianza en la habilidad de controlar el medio, hasta desconocimiento de cómo se generan y propagan las noticias falsas.

El análisis de la cantidad de posteos de los candidatos es más sútil. En primera instancia podría pensarse que conforme se acercan las elecciones aumentará el número de posteos, pero solo Alvarado, Alvarez y Piza aumentaron el número de agosto a setiembre; los otros disminuyeron.

Asumiendo que los posteos son escritos por cada aspirante, podríamos presumir que conforme se acerque el 4 de febrero, los pretendientes al sillón presidencial estarán más ocupados y tendrán menos tiempo para postear. Como los post son más vistos por los seguidores de los candidatos que por los seguidores de los seguidores, también sería de esperar que se reduzcan los post en el tiempo, ya que están predicando a los convencidos.

Si el número de seguidores en Facebook tuviera una correlación directa con las intenciones de voto y existiera un usuario para los indecisos, este tendría más de un millón de seguidores. Claramente dicha correlación no existe, sobre todo porque las redes sociales están llenas de cuentas ficticias con toda clase de fines inmencionables.

El tono que utilizan los candidatos en sus post, y sobre todo, los cambios que exhibe el tono durante la campaña, indican cómo se siente el aspirante y cómo espera él que lo perciban los electores.

Cada cuatro años aumenta considerablemente el rol que juegan las redes sociales en las campañas políticas. Las herramientas disponibles para identificar seguidores, detractores e indecisos, con demografía clara y bien definida, han hecho una diferencia en campañas recientes en otras latitudes. Si a esto le agregamos las fallas espectaculares de las encuestas, nos enfrentamos a un panorama verdaderamente incierto y hasta peligroso.

Los usuarios han renunciado a su privacidad, las grandes empresas de Internet han cosechado incalculables fortunas vendiendo los datos del comportamiento de los usuarios, al punto de poder predecir con asombrosa certeza decisiones comerciales. Determinar las afiliaciones políticas de un usuario de redes sociales es bastante fácil, mientras no sea un indeciso sincero. Ellos son la mayoría, los indecisos. La tarea de todos los candidatos es hacerlos decidirse y van a utilizar todas las herramientas a su disposición.

La tecnología, al igual que la mayoría de las herramientas, puede utilizarse de manera no necesariamente congruente con los ideales de la democracia. Hay quienes arguyen que algunas tecnologías, disponibles recientemente, son más afines a un arma que a una herramienta, y están disponibles globalmente, siendo el dinero, el entendimiento, y la ética las únicas barreras a su implementación.

En todo caso, tengamos siempre presente la verdad enunciada en el título de este editorial: Facebook participa en las elecciones, pero no tiene la última palabra.