Editorial: Gobierno y sector productivo

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N i a los empresarios les toca gobernar, ni al Gobierno le corresponde producir, pero ambos tienen un papel fundamental en la conducción del país. Los primeros son responsables de la generación de riqueza y empleo, gracias a su iniciativa, capacidad para identificar oportunidades y uso eficiente de los recursos.

Al Gobierno le corresponde manejar con prudencia y sensatez las variables macroeconómicas, dar señales claras de por dónde enrumbará al país, crear las condiciones para que la iniciativa privada prospere y asegurar que haya igualdad de oportunidades para todos.

Por esa razón, resulta extraña la afirmación que a manera de reproche hizo el ministro de la Presidencia cuando dijo que en el pasado ha existido un sesgo a favor del sector productivo, según la entrevista que publicamos hace una semana. En primer lugar, ese sector está conformado por la gran mayoría de los costarricenses; son los empresarios y los trabajadores del sector privado quienes más contribuyen al Producto Interno Bruto del país. En segundo término, este incluye empresas grandes, medianas y pequeñas, de los sectores industrial, agropecuario y de servicios, ubicadas tanto en zonas urbanas como rurales. Así que, si hubo un sesgo a su favor, bien por ello. Y si no lo hubo o no fue lo suficiente, ahora debería haberlo.

Por otro lado, las demandas que el sector, en cabeza de Uccaep y otras organizaciones, han venido haciéndole al Gobierno no son descabelladas ni se trata de privilegios especiales, a lo cual nos opondríamos. Se trata de exigirle que fije un rumbo claro en materias tan esenciales como la fiscal, laboral, energética, comercio exterior, infraestructura y reforma institucional. A decir verdad, luego de cinco meses de estar en el poder, el país no conoce la posición que el Gobierno tiene en ninguno de esos temas: ¿Habrá o no nuevos impuestos en el corto plazo? ¿Está de acuerdo o no el Gobierno con las huelgas en los servicios públicos esenciales? ¿Apoyará la apertura en el sector eléctrico? ¿Avanzará el país en su ingreso a la OCDE y a la Alianza del Pacífico? ¿Qué pasará con la ruta 32, la carretera a San Ramón o el Conavi? ¿Se pondrá coto finalmente a las gollerías en el empleo público?

Sin claridad en esos temas, difícilmente el sector productivo podrá invertir a largo plazo y seguir contribuyendo con el crecimiento económico del país, crecimiento que depende fundamentalmente de lo que aquel haga o deje de hacer, orientados por las señales que provengan de las políticas públicas. El Gobierno debe ignorar entonces los cantos de sirena de un superado proteccionismo, añejos intervencionismos, la resurrección de instituciones obsoletas o la desviación de recursos a actividades ineficientes. Por el contrario, la apuesta debe ser por una mejoría sostenida de los factores que afectan la competitividad del país (energía, infraestructura, educación técnica, innovación, conectividad, tramitomanía) ya que solo el crecimiento y la generación masiva de empleos de calidad harán que se reduzca la pobreza y la desigualdad.

Es hora de ponerse a gobernar. Hay que dejar atrás las falsas dicotomías, fijarse el norte con claridad, eliminar los mensajes confusos y contradictorios, y poner sobre la mesa una agenda de trabajo realista con base en la cual podamos avanzar. Quizá eso no sea tan atractivo como algunos quisieran, pero es lo que el país necesita y con urgencia.