Editorial Hábitos, vehículos y muerte

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L a publicación de un editorial sobre los hábitos de los costarricenses en la conducción de vehículos y sus consecuencias es una tarea compleja y audaz, dado el sinnúmero de variables de orden técnico, legal, sicológico y social que intervienen y cuya cima es el enfrentamiento entre la vida y la muerte. Este es, por ello, un tema capital en el que el Estado y la sociedad civil –incluido el sector privado y sus programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE)– tienen un compromiso particular.

Publicamos en esta edición los resultados de un novedoso estudio de opinión pública en redes sociales realizado por la firma Unimer para la Fundación Mapfre, en el cual participaron 3.000 costarricenses. Complementamos esa información con aportes de la empresa privada sobre seguridad vial, profesionales en sicología, Riteve, INS y del Tránsito. ¿Qué hacer con este cúmulo de informaciones? ¿Es posible extraer los datos más relevantes para emprender un plan de soluciones concretas que conduzcan a atacar uno de los problemas más apremiantes del país?

Un editorial no puede acometer un desafío de esta naturaleza. Bien sabemos que las informaciones y opiniones periodísticas son pasajeras y que solo mediante un vasto plan entre el Estado, empresa privada y sector profesional es posible arribar a soluciones concretas y eficaces. El punto de partida ha de ser acometer este reto con un proyecto paulatino y un firme liderazgo que, por sus resultados visibles, entusiasme a la comunidad nacional.

Para que este punto de partida no se convierta en otro fiasco institucional, un concepto básico ha de presidir cualquier plan sobre la materia. Este concepto esencial está incluido en el título de este editorial, el cual comprende tres dimensiones preponderantes: se trata de los hábitos, esto es, de una parte de la historia nacional, que, al no haberse secundado con soluciones concretas a lo largo del tiempo, han desembocado en una verdadera tragedia en el orden físico, técnico, legal y social, donde campea el valor fundamental de la vida humana. Sus consecuencias han sido nefastas.

La tercera dimensión se refiere a la complejidad y dificultad de las soluciones. Siempre ocurre así: la desidia y la ausencia de planeamiento se pagan muy caro, hasta que llega un momento en que la improvisación y el atolondramiento sustituyen el orden y la racionalidad, y todo se complica. ¿Cómo atacar con éxito y tardíamente un concurso de causas donde figuran los más diversos problemas nacionales, desde la psicología y responsabilidad personal del conductor de un vehículo, cualquiera que sea, hasta otras de mayor rango?

En nuestro país estamos viviendo, desde hace años, con el signo fatal de las muertes y de las lesiones, lo que se traduce en orfandad, pobreza, subdesarrollo y problemas sociales y físicos de todo género.

Se ha dicho, por ello, que el acto de manejar es lo más parecido que existe a una guerra, donde cada día se hace el recuento de las bajas, que terminan en un cementerio o en un nuevo expediente en un hospital. Esta guerra se ha prolongado por décadas, paradójicamente desde que dimos los primeros pasos en el camino del progreso. Todos los días, lamentablemente, caminan juntos el progreso y la muerte. ¿Hasta cuándo?