Editorial: Hora de escuchar y ceder

Hay que pasar la página del insulto en las redes sociales, bajar el tono, para que el próximo gobierno se aboque a la resolución de lo urgente

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​Finaliza una larga campaña electoral, medio año de discusiones para renovar el personal en los principales cargos estatales; el proceso es largo y debe acortarse.

Llegamos a la elección definitiva para la presidencia de la República marcados por los resultados de las legislativas; cualquiera sea el escogido siempre será un gobernante minoritario en el Poder Legislativo, obligado a tender puentes para lograr el avance de su agenda.

Toda campaña electoral simplifica temas complejos en una sola elección, desechando alternativas para escoger una sola, lo que produce una visión en blanco y negro.

Esta óptica tiende a asociarse con juicios de naturaleza moral sobre el bien y el mal, lo que polariza aún más.

En este proceso hacia la segunda ronda han surgido situaciones inéditas al mezclarse religión y política con el juicio sobre un Gobierno que termina con evaluación negativa.

La polarización ha sido aguda y ha engendrado, en uno y otro bando, una percepción apocalíptica de la situación nacional. Cuando se enfrenta el fin del mundo el efecto simplificador de las campañas se amplifica y las confrontaciones y excesos se acentúan.

Lo cierto es que no estamos ante el fin de los tiempos y que los problemas concretos no se ubican en una lucha cósmica entre el bien y el mal.

Hora de sensatez

Déficit fiscal, energía, infraestructura, inseguridad ciudadana, pensiones, empleo público, desigualdad y pobreza requerirán de sangre fría y sensatez para encontrar soluciones.

El equilibrio legislativo surgido del nuevo sistema multipartidista exigirá que se apacigüen los ánimos para buscar soluciones en un ambiente de diálogo y negociación que permita la construcción de mayorías puntuales.

Es necesario pasar la página del insulto en las redes sociales, bajar el tono, si queremos iniciar un nuevo gobierno que se aboque a la resolución de lo urgente, más allá de la discusión sobre el matrimonio igualitario.

Debemos pensar en el país como un todo y ello implica dejar a un lado una visión binaria donde quienes están del otro lado de la acera encarnan todos los males. Así nadie se podrá sentar a negociar, pues con el mal no se conversa.

En el proceso que se avecina resultará estéril el intento de remodelar la totalidad de la sociedad y del sistema político, son más importantes los acuerdos concretos y la construcción de mayorías específicas, sin generar antagonismos insuperables, para lograr nuevos acuerdos.

La ilusión de una unidad nacional abstracta debe ser evitada. El interés general siempre estará en permanente construcción y redefinición, mediante la deliberación democrática abierta e incluyente, los intereses particulares no se fusionan en un mítico abrazo, tan sólo se reconocen mutuamente, se hacen concesiones recíprocas y parten de nuevo en búsqueda de nuevos entendimientos frente a problemas no resueltos o ante retos inéditos.

Un presidente en minoría legislativa puede ser visto como un problema para la gobernabilidad, pero también puede aprovecharse la oportunidad para concebir un proceso de búsqueda y construcción de acuerdos, fuente de mayor legitimidad, más allá del momento electoral.

Precondición esencial de la gobernabilidad democrática en este momento es la humildad del ganador. La actitud de acercamiento hacia los derrotados abrirá puertas y permitirá la clausura de los enfrentamientos, restregar la victoria a los vencidos sólo propiciará nuevos antagonismos.

Hora de grandeza

Quienes pierdan este 1° de abril también deberán mostrar grandeza, sean quienes sean; tienen ya una representación legislativa y cosecharán una importante cantidad de votos que les otorgará autoridad para una importante participación los próximos cuatro años.

Mal harían los perdedores en montar una oposición intransigente, surgida de la polarización actual, el resentimiento siempre es un pésimo consejero.

Más allá de las banderías es necesario construir canales de conversación democrática permanentes, que dejen de lado los aspectos más sensibles de las diferencias y permitan iniciar procesos de decisión en torno a nuestros problemas más acuciantes, trabajando incansablemente en la búsqueda de soluciones sostenibles para cada uno.

Lo importante será mantener el ímpetu, sin pausa, no aflojar en el esfuerzo y no perseguir quimeras inalcanzables en la situación actual.

Debemos actuar con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. La primera nos señala lo difícil de nuestros problemas y nos previene sobre las ilusiones; la segunda nos señala que sin compromiso con la acción las mejores intenciones se quedan truncas.

Más allá de la política partidaria resulta imprescindible reconocer que existen actores extraparlamentarios que demandan participación en el proceso sociopolítico y que darles la espalda significará llevar los conflictos a las calles, con grave riesgo para nuestro sistema democrático si esos actores toman la vía de la intransigencia, ante la sordera frente a sus demandas, o motivados por sus propias convicciones maximalistas.

En una Costa Rica marcada por la diferenciación social y el multipartidismo lo más importante es que todos aprendamos a escuchar y a ceder, dejando atrás imposiciones y dogmatismos, surgidos de la defensa a ultranza de intereses particulares, de visiones ideológicas de siglos pasados o de fundamentalismos de variada índole.