Editorial: La gran reforma

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E l propósito de un sistema educativo es triple: formar personas capaces de ser felices, productivas y responsables ante la comunidad, la nación y el planeta. Vivimos en una época en que el mundo cambia de manera acelerada en la naturaleza de las relaciones humanas, en los niveles de intercambio entre naciones y culturas, en su ambiente tecnológico, en las proporciones entre adultos mayores, personas maduras y jóvenes, y hasta en los factores que determinan la tranquilidad y felicidad.

Para alcanzar el propósito propuesto, un joven debe desarrollar valores relevantes: ética personal, solidaridad social, sostenibilidad ambiental, destrezas personales: dominio de lenguajes y de tecnología; capacidad para el aprendizaje continuo, autorregulación, adaptación al cambio, análisis cuantitativo y de datos, investigación, solución de problemas, pensamiento crítico e independiente, la capacidad de comunicarse y colaborar con otros, y un alto sentido de su identidad y responsabilidad ante sí mismo, la familia, la comunidad y el planeta.

De acuerdo con estudios recientes en Costa Rica estamos lejos de satisfacer esta exigente necesidad. Solo un poco más de la mitad de nuestros jóvenes termina la secundaria en el tiempo prescrito y un alto porcentaje –casi 30%– no la termina nunca. Las empresas del país cada vez reportan más dificultades para llenar sus necesidades de capital humano, particularmente aquellas donde se requiere una persona capaz de combinar conocimiento técnico con destrezas y valores personales deseables.

En las siguientes décadas, la naturaleza del trabajo cambiará y sus factores de éxito serán dinámicos, requerirán de una enorme capacidad de adaptación en cada persona. Como nación de ingreso medio alto, Costa Rica requiere de una juventud capaz de al menos duplicar en productividad a sus padres para seguir creciendo en términos económicos y productivos de manera sostenida .

El crecimiento económico sostenido depende de que cada individuo que ingresa logre superar la productividad promedio de la fuerza laboral, lo que implica que se invierta más en tecnología e infraestructura para respaldar su creciente conocimiento y destrezas. En Costa Rica esto no ocurre hoy en el nivel adecuado.

Nuestro sistema educativo es bimodal, pasando de colegios excelentes a escuelas y colegios muy mediocres para quienes completan el programa y que además sufren de una altísima tasa de exclusión. El INA, por su parte, forma bien a algunos de sus estudiantes, pero no alcanza el nivel requerido para darles las herramientas que requieren para transformar sus vidas a la gran mayoría de sus estudiantes.

Costa Rica tiene que cambiar en muchas áreas, pero ninguna es tan importante como la educativa, pues esta determina si cada uno de nuestros ciudadanos jóvenes será capaz de contribuir a mejorar su vida, la de su comunidad y la de su nación en este ambiente cada vez más complejo y exigente.

El MEP dice que ha iniciado una reforma paulatina, en muchas asignaturas y que ya se implementa, pero la verdad las mejoras marginales que se dan son claramente insuficientes ante la magnitud del reto planteado.

Necesitamos un acuerdo nacional para –en dos o tres gobiernos consecutivos y con la colaboración de todos los sectores relevantes– alcanzar una reforma educativa que transforme la capacidad de cada uno de nuestros jóvenes de alcanzar su pleno potencial.

Ningún elemento de la agenda nacional es más importante ni más urgente.