Editorial: Las interrogantes del 2014

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

En la edición de esta semana iniciamos el año con un recuento de las principales expectativas sobre el 2014. Nuestra mirada debe conservar el balance entre reconocer los éxitos económicos del país en las últimas tres décadas y tener presente las debilidades y los riesgos que afronta la economía del país.

No debemos caer en el pesimismo. Costa Rica a través de su historia ha sabido construir una economía para mejorar el bienestar de sus habitantes. También ha sabido enfrentar los embates de las crisis internacionales.

La crisis internacional de inicios de los 80, el agotamiento del modelo proteccionista y los errores de la conducción de la política económica del presidente Carazo dejaron a la economía postrada en el desempleo, la pobreza y la inflación galopante. Pero el país, a partir de 1982, supo iniciar un nuevo modelo basado en la apertura y diversificación de la economía, que le permitió en 2007 sortear con relativo éxito la gran crisis financiera internacional.

En las últimas tres décadas se han logrado avances importantes en el ingreso, el empleo y en las condiciones sociales de la población. El país ha avanzado en la protección del ambiente, en la igualdad entre los géneros y en el reconocimiento de los derechos de diferentes grupos.

Empero, también nuestro sistema económico tiene debilidades. Los desequilibrios fiscales de inicios de los 80 obligaron a realizar ajustes en el gasto público y los sectores más perjudicados fueron el sector educativo público y la infraestructura. Los recortes en educación de los años 80 se mantuvieron hasta mediados de los años 90 y dejaron una herencia perniciosa: una generación de jóvenes –hoy adultos en el mercado laboral– con baja escolaridad que no permite mejorar la productividad y reducir la pobreza y la desigualdad. Por el contrario, en la última década hemos tenido aumentos en la desigualdad del ingreso.

Desde finales de los 90 se inició un proceso de mayor inversión en el sistema educativo. Sin embargo, los resultados de este proceso solo se verán en los próximos años en el mercado laboral. Todavía queda camino en ampliar y mejorar la calidad de la educación, especialmente para los niños y adolescentes de los hogares de menor ingreso.

En materia de construcción y mantenimiento de la infraestructura, Costa Rica ha fracasado en forma rotunda. En algunos momentos, los recortes del gasto público impidieron el avance y, más recientemente, el factor clave ha sido el pobre desempeño institucional que ha impedido la ejecución de las obras.

En el 2014, el país tendrá que conservar los logros de las últimas tres décadas y superar las debilidades ya apuntadas. En este año de nuevo tendremos que enfrentarnos con el nunca resuelto desequilibrio de las finanzas públicas. La urgencia de este tema deriva de dos circunstancias. Primero, no se podrán lograr avances importantes en educación pública, en infraestructura y en política social sin unas finanzas sanas. Segundo, las circunstancias externas están cambiando: el financiamiento externo barato y fácil ya no existirá en 2014 como en los años anteriores.

La solución del desequilibrio fiscal requiere movilizar entre 2 y 3 puntos porcentuales del PIB entre aumentos de ingresos y reducciones de gastos. Esta es una tarea titánica; en el pasado reciente nunca lo hemos hecho. Además, no se trata solo de números, también debe estar presente la equidad de los impuestos y la calidad y eficiencia del gasto.

La gran pregunta es si el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo que surjan del próximo proceso electoral tendrán la capacidad técnica y política para proponer, aprobar y ejecutar una reforma fiscal de la magnitud y calidad requerida.

Para realizar esta tarea más fácilmente, los partidos políticos deberían actuar responsablemente en la presente campaña electoral. Esto implica al menos dos cosas: primero, no crear expectativas falsas con respecto a las posibilidades de incrementar el gasto público y, segundo, no crear murallas en la discusión política que impidan los acuerdos a partir de mayo del 2014.