Editorial: Megalaboratorio

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E l reciente anuncio del interés renovado de Intel en Costa Rica debe causarnos satisfacción. El Megalaboratorio que se instalará aquí será el único que dicha empresa tendrá en el mundo; en él se centralizarán todas las labores de prueba y validación de prototipos de productos (microprocesadores) desarrollados en cualquiera de los varios centros de innovación y diseño de Intel alrededor del planeta.

Este gran laboratorio, que a finales de este año empleará a 700 ingenieros costarricenses, constituye el último paso de la cadena de valor de la etapa previa a la manufactura en gran escala. Hasta ahora, la planta de manufactura de Intel en Costa Rica se ha dedicado a ensamblar y probar los microprocesadores manufacturados en sus distintas plantas. Una vez probado, los chips son casi en su totalidad exportados a Asia, donde los clientes de Intel ensamblan computadoras y otros dispositivos inteligentes. La planta de Costa Rica constituía la última etapa del proceso de manufactura, la lógica de realizar dicha etapa en Asia, es evidente.

La prueba de prototipos es muchas veces más complicada que la prueba de productos manufacturados en gran escala. Los resultados de la producción masiva tienen requerimientos y capacidades claramente establecidos; las pruebas son, por lo tanto, mucho más estructuradas y predecibles.

Los resultados de la labor de diseño e innovación son prototipos cuyas capacidades y requerimientos están todavía siendo definidos. Existen metas y objetivos, pero en la realidad el desempeño del prototipo puede ser mayor o menor al esperado, incluso puede tener características no diseñadas, sino que sencillamente suceden.

Obviamente, los ingenieros que trabajarán en este laboratorio requieren de un alto grado de especialización. Mucho del éxito que ha tenido Intel en Costa Rica, moviéndose hacia arriba en la cadena de valor (hacia atrás en la cadena de producción) se debe a las características del personal local y al acuerdo establecido con el TEC para impartir una maestría diseñada a la medida de las necesidades de esta empresa.

No tenemos noticias de semejantes acuerdos de Intel (o cualquier otra compañía) con las otras universidades públicas, las cuales tradicionalmente se han resistido a educar en las áreas que requiere la industria y prefieren formar en las áreas que ellos mismos consideran necesarias u oportunas.

El Megalaboratorio iniciará labores con 700 de los mejores ingenieros. Debe ser la meta de Intel Costa Rica, y la nuestra, que ese laboratorio crezca y florezca, de manera que podamos movernos todavía más arriba en la creación de valor en las labores de investigación y desarrollo. Para eso necesitamos que las universidades sigan el ejemplo de Intel y el TEC. Las universidades, tanto públicas como privadas, deben escuchar a la industria que sabe, de primera mano, qué tipo de profesionales necesita. Pretender saber mejor que el usuario qué es lo que el usuario necesita es una acto de suprema arrogancia. Las universidades privadas que así lo hicieran, pasarían al recuerdo rápidamente. Las universidades públicas, sin embargo, han demostrado a lo largo de 35 años que pueden producir el tipo de profesional que ellos decidan sin ningún tipo de repercusiones.