Editorial: No perdamos el norte

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En las dos ediciones anteriores de EF (1.037 y 1.038) dimos cuenta del Data Center Summit, donde se anunció una iniciativa para conformar un complejo de centros de datos en Orotina con una posible inversión de $200 millones en los próximos años. La noticia es relevante porque nos indica el camino a seguir y nos recuerda los factores que debemos mejorar para que proyectos como este se concreten y se multipliquen en varias regiones del país.

Y es que a pesar de la nostalgia que a veces embarga a algunos, Costa Rica dejó de ser un país agrícola desde hace muchos años. Tanto en términos de participación del PIB, como en generación de empleo, el sector agrícola tiene cada vez menos peso.

Y eso no es malo. Durante los últimos 30 años hemos hecho un esfuerzo exitoso por recomponer la estructura productiva nacional y el nivel de desarrollo alcanzado implica necesariamente que el sector industrial, y en especial el sector de servicios, tengan cada vez mayor preponderancia en la economía.

Lo anterior no significa que debemos desdeñar la agricultura. Por el contrario, se trata de saber identificar los muchos nichos en que somos competitivos, concentrarnos en ellos, y mejorar las condiciones para producir eficientemente, sin caer en la adopción de políticas proteccionistas que pretendan revivir u oxigenar cultivos que no tienen viabilidad. Eso sería solo un desperdicio de recursos escasos y, lo que es peor, un engaño mayúsculo para quienes se vean tentados a retomar cultivos que nunca podrían sobrevivir sin la mano protectora del Estado.

La noticia también subraya el potencial que tiene el país en el campo de los servicios y la tecnología de la información, como una oportunidad para crecer, aprovechar nuestras ventajas y generar empleo mejor pagado. Una ubicación geográfica privilegiada, un paquete de incentivos probado, una fuerza laboral relativamente capacitada y una calidad de vida aceptable, hacen del país un destino interesante para este tipo de inversiones. No obstante, no debemos perder de vista otros factores igualmente importantes: estos proyectos no tendrán lugar si no existe suficiente personal preparado en los campos relevantes, vías de acceso adecuadas, un sistema de telecomunicaciones moderno que garantice los niveles de conectividad requerida y una plantilla energética que asegure cantidad, calidad y precio de estándares internacionales.

En algunos de esos campos hemos avanzado, pero en otros el atraso es ostensible y las señales son confusas e incluso contradictorias. La resistencia a la educación dual, a privilegiar las carreras de ciencias e ingenierías, y a la concesión de carreteras y aeropuertos es, por ejemplo, inexplicable. Hoy nadie hablaría de esta inversión en Orotina si la Ruta 27 no existiera; un eje de desarrollo extraordinario pudo haber florecido en Grecia y San Ramón, si la concesión de la carretera hubiera fructificado; y ni qué decir si se concreta la posibilidad del nuevo aeropuerto internacional en la zona de Orotina. Así como las telecomunicaciones tuvieron un renovado impulso con la apertura acordada en el 2008, el sector energético requiere de la inversión privada y una mayor competencia para poder responder a los retos futuros.

El norte no debe perderse, pues las señales son claras y el camino inequívoco.