Editorial: Referéndum, aliado de la democracia

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El referéndum (tema al que nos referimos en la pasada edición) es, en un sentido, la máxima expresión de la democracia, pues le permite al pueblo participar directamente en la toma de decisiones sobre temas de importancia que influyen sobre su bienestar.

Como todos los instrumentos de la democracia, es imperfecto. Se dan casos como el del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (Cafta, por sus siglas en inglés) en que la polarización de la votación –hace 5 años– lleva a un empate técnico en que como consecuencia la mitad de la población queda, al menos inicialmente, insatisfecha.

Se dan otros casos en que la definición de las decisiones a tomar se prestan para la manipulación. En un caso reciente de una nación cercana se mezclaron en una sola votación temas de libertad de prensa y de protección ambiental, manipulando a los votantes a limitar la libertad de prensa si querían seguir protegiendo un activo ambiental particularmente valioso.

Por todo lo anterior, las naciones que más utilizan este tipo de instrumentos para la toma de decisiones recomiendan tres reglas sencillas a la hora de aplicarlo.

Primera, que las decisiones sean simples, preferiblemente de una sola dimensión, porque la complejidad se presta para confundir, manipular y sesgar a los votantes.

En un caso como el del Cafta, con tantos artículos y cláusulas, la votación se prestó para difundir mitos de ambos lados de la decisión que llevaron a los votantes, en general, a basar su decisión en creencias sobre información manipulada por grupos con intereses particulares en uno y otro sentido.

En segundo lugar, las votaciones deben ser específicas y separadas de las contiendas políticas para que no se afecte el resultado de un proceso de elección de líderes nacionales por sus posiciones particulares en temas que no son de gran significado, pero que pueden afectar las preferencias del electorado.

Finalmente, recomiendan los expertos que solo se levanten a referéndum nacional temas que afecten e interesen a las grandes mayorías, pues si no se puede prestar para que votantes poco informados o interesados influyan sobre una decisión que no les afecta o compete.

Pero lo más importante es que el referéndum no sustituye a la gobernanza. Nuestra democracia es representativa, lo que implica que elegimos gobernantes, legisladores y oficiales municipales en elecciones nacionales y cantonales y éstos a su vez eligen oficiales para las instituciones que los deben controlar en sus gestiones. A partir de ese momento, es responsabilidad de los elegidos cumplir con sus programas de gobierno y hacer las gestiones necesarias para crear las condiciones en que esto sea posible.

La figura del referéndum es un instrumento valioso para los casos de excepción. A pesar de no haberse dado en circunstancias ideales, el referéndum sobre el TLC tuvo un buen desenlace en términos de proceso y afortunadamente la decisión parece haber sido la más acertada, como lo demuestran la cifras de exportaciones, balanza comercial y atracción de inversiones relacionadas con el tratado hasta el día de hoy.

Pero no podemos confiar en que nuestra buena suerte se repita. Hay que usar el referéndum en los casos que lo ameriten y hacerlo de manera correcta, nunca convertirlo ni en muleta ni en obstáculo para políticos y gobernantes. Si lo hacemos, habremos sacrificado un instrumento valioso que, cuando se requiera, está a nuestra disposición.