Editorial Turismo: logros y retos

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R ecientemente se anunció que el sector turismo recibió durante el 2015 más de 2,6 millones de turistas. Aunque la cifra debe ser ajustada para eliminar distorsiones causadas por extranjeros que entran al país pero no son turistas, esto representa un crecimiento de aproximadamente 5,5% con respecto al 2014, casi el doble que la proyección de crecimiento de la economía del país.

El turismo es la industria de más amplia cobertura territorial, pues abarca ciudades y comunidades rurales y costeras, y la que tiene mayor alcance sobre sectores de servicios en el país, pues involucra la participación de empresas de transporte aéreo, terrestre y marítimo, touroperadores , agencias de viajes, restaurantes, etcétera.

De manera indirecta, el turismo es un gran generador de las industrias de construcción, abastecimiento de alimentos, bienes raíces y de miles de unidades de servicios complementarios. Además, se ha diversificado al pasar del tradicional de sol y playa a turismo de aventura, ambiental, salud, convenciones y bienestar.

Como consecuencia de todo lo anterior, el turismo es el más grande generador de empleo profesional, técnico y básico, así como un gran impulsor de nuevas empresas.

Pero no debemos confiarnos ni lanzar las campanas al vuelo en celebración.

En sus años de apogeo –1996 a 2007– el turismo crecía a ritmos muy superiores al logrado en el 2015 y la inversión de infraestructura del sector era mucho mayor. El crecimiento reciente ayuda a hacer un mejor uso de las instalaciones y capacidad existente, pero no impulsa una nueva etapa de inversiones locales y extranjeras del nivel que se tenía entonces.

A esto contribuye que la competencia internacional y regional está creciendo en capacidad y sofisticación. Países como Panamá, Nicaragua, Ecuador y Perú han avanzado mucho en su infraestructura y en su capacidad de atraer inversiones, y su base de recursos patrimoniales es similar y hasta superior a la nuestra, pues aparte de un patrimonio natural similar, cuentan con ciudades coloniales, cultura indígena viva, artesanías originales, destinos arqueológicos, cultura culinaria autóctona, y en muchos casos mayor seguridad y menores costos para el turista.

Esto implica que el país debe ser exitoso en ofrecer un turismo con cada vez mayor valor agregado, en donde los servicios ofrecidos sean superiores en calidad, diferenciación y valor experiencial; en donde nuestra imagen ambiental y social sea tangible y respaldada en la práctica, y en donde las estadías sean más largas y la capacidad y voluntad de pago de cada turista más alta. La infraestructura debe estar a la altura, la seguridad estable y la capacidad del personal superior en conocimiento, vocación de servicio, manejo de idiomas y actitud general.

La noticia de que el turismo crece a un ritmo superior a la economía nacional es muy buena. El turismo vuelve a ser motor que arrastra el crecimiento del país con todas las ventajas de cobertura y distribución ya apuntadas.

Pero para que de verdad alcance todo su potencial, el turismo debe ser objeto de atención especial para nuestro Gobierno –mucho más allá de ICT–, de nuestros legisladores, de nuestros gobiernos municipales y, por supuesto, de un sector privado convencido de que con estrategia es posible volver a crecer con el vigor que ya lo hicimos.