Editorial: Una economía frágil

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El 2015 termina con una economía frágil. No se lograron avances significativos en el crecimiento, la estabilidad o la equidad económica. La política económica careció de definiciones claras en un ambiente caracterizado por la debilidad técnica y política de las autoridades del equipo económico.

El crecimiento económico durante el 2015 fue flojo, a pesar de un pequeño repunte en la producción en el segundo semestre. En este año se sintieron los efectos del retiro de la parte industrial de la empresa Intel, el moderado crecimiento económico mundial y las debilidades en la formulación de las políticas económicas internas.

La infraestructura pública, necesaria para mejorar la competitividad del país en el largo plazo y para reactivar la producción en el corto plazo, no logró avances importantes, con excepción de las obras portuarias en el Atlántico. Las acciones del Poder Ejecutivo fueron ineficaces para impulsar las grandes obras de infraestructura como las carreteras a Limón y a San Ramón.

El débil crecimiento económico se reflejó en el mercado laboral: el país mantuvo en 2015 una alta tasa de desempleo abierto, especialmente entre los jóvenes y una informalización de los puestos trabajo. Estas condiciones precarias en el mercado laboral no contribuyeron a una reducción significativa en el porcentaje de hogares pobres.

La disminución del precio internacional del petróleo, las bajas tasas de interés externas y el financiamiento del Gobierno Central en el exterior se constituyeron en elementos cruciales para mantener la estabilidad de la economía.

Los anteriores elementos otorgaron una tregua a las autoridades económicas para solucionar el desequilibrio fiscal sin grandes traumas. Sin embargo, no lo hicieron. Por el contrario, desperdiciaron tiempo valioso. Ahora el 2015 termina con perspectivas adversas en cuanto al aumento de las tasas de interés externas y las posibilidades de financiar el abultado déficit fiscal en el exterior, lo cual otorga una fragilidad extrema a la estabilidad financiera del país.

En materia de reforma tributaria, si bien es cierto que el Poder Ejecutivo ha propuesto algunas acciones, lo cierto es que no ha tenido la capacidad política de realizar reformas importantes. El proyecto de ley para enfrentar la evasión tributaria sigue empantanado en la corriente legislativa.

En el 2015 no ha existido un esfuerzo eficaz para contener el crecimiento del gasto. El gasto del Gobierno Central creció en términos reales a un ritmo que es el doble del crecimiento de la producción del país. Tampoco se avanzó en forma efectiva en realizar las reformas para enfrentar los disparadores estructurales del gasto. Todo lo anterior parece revelar un afán de las autoridades económicas de no tocar el nivel del gasto del sector público.

Reconocemos que el sistema político costarricense también tiene fragilidades que le dificultan a los gobernantes tomar decisiones oportunas. Las responsabilidades por no aprovechar las oportunidades que ofreció el 2015 para hacer las reformas no son exclusivas del Poder Ejecutivo, también la Asamblea Legislativa tiene falencias importantes.

Sin embargo, el Poder Ejecutivo no ha tenido un norte claro, no ha tenido una política legislativa, ni con su fracción legislativa. El Ministerio de Hacienda no ha tenido un liderazgo político e intelectual para promover una reforma fiscal en los campos de los ingresos y de los gastos en el sector público.

Lamentablemente, terminamos el 2015 con una fuerte fragilidad, con riesgos importantes de perder el crecimiento y la estabilidad económica. A estas alturas hay poco margen de acción para desactivar los riesgos de la economía que provienen del exterior y de la política económica local.