Editorial: Una nueva realidad

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Aunque al momento de escribir este editorial no hay forma de saber con certeza si habrá o no una segunda ronda, al anochecer de este 2 de febrero habrá finalizado una nueva jornada electoral o al menos su primera parte. Desde ya, sin embargo, es posible identificar algunos de los cambios que la han acompañado, cambios que se originan en una realidad política y tecnológica muy distinta de la de hace pocos años.

Muy atrás han quedado las campañas en donde dos partidos políticos se disputaban la presidencia de la República y de manera alterna ocupaban la silla presidencial. Esos partidos decían apegarse a determinada corriente ideológica, contaban con una base partidaria relativamente sólida y de tradición familiar, y sus mensajes, más emotivos que de fondo, se trasmitían a través de numerosos spots publicitarios y múltiples plazas públicas organizadas a lo largo y ancho del país, al tiempo que sus partidarios identificaban su filiación con calcomanías en sus carros, participando en caravanas y colocando banderas en los techos de sus casas. Muchos todavía añoran el carácter festivo y bullicioso de esa campañas electorales.

Pero hoy la realidad es totalmente diferente. Por tercera o cuarta vez, los costarricenses no estarán escogiendo solo entre los partidos PLN y PUSC, ni entre la socialdemocracia o el socialcristianismo. El menú es variado y han podido escoger desde posiciones de izquierda claramente identificadas hasta un libertarismo moderado, todos con alguna expectativa de salir airosos. Y el frío que se percibe en las calles, no debe confundirse con indiferencia, pues los avances tecnológicos y el mucho mayor acceso que hoy se tiene a ellos ha hecho que el campo de juego se haya trasladado a otro lugar.

En efecto, la mayor penetración de Internet, la reciente apertura del sector de telecomunicaciones, el más fácil acceso a la telefonía celular y el incremento en el número de usuarios, ha hecho de las redes sociales un factor que no puede ya desconocerse. Es allí donde esta vez más calentó la campaña política. La cantidad, aunque no siempre la calidad, de la información que allí ha circulado generó una muy amplia discusión, la contraposición de ideas y el cuestionamiento permanente no solo de los candidatos y sus propuestas, sino también de los generadores de opinión, medios de comunicación, realizadores de encuestas y organizadores de debates.

Es interesante resaltar que los debates difundidos tuvieron una repercusión inaudita en las redes sociales y algunos estudios sugieren que en esta ocasión los votantes tomaron mucho más en cuenta que antes estos eventos para moldear su decisión, esto a pesar de que la cantidad de participantes, las limitaciones de tiempo, y a menudo el formato y el tipo de preguntas planteadas, no permitieron una profundización adecuada en muchos de los temas.

Los partidos políticos y los medios de comunicación, a su vez, hemos hecho un esfuerzo importante para responder a este fenómeno, abriendo nuevos espacios y aplicaciones interactivas. Pero esto es solo el comienzo de un cambio mucho más profundo. Esta campaña constituyó un punto de inflexión en la forma de hacer política electoral. Políticos, analistas, comunicadores y votantes en general, tendremos que adaptarnos rápidamente a esta nueva realidad.