El dinero fácil no existe

Editorial | Costa Rica tuvo su propia versión de esquemas Ponzi. Previo a la década de los 90, las financieras no eran supervisadas. Entre 1987 y 1988, algunas de ellas ofrecían hasta 42% anual de tasa de interés a los ahorrantes.

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En 1821, el general escocés Gregor MacGregor se declaró cacique de Poyais, un país ficticio ubicado en la costa hondureña. Estableció oficinas en Londres, Edimburgo y Glasgow para ofrecer propiedades a migrantes que quisieran colonizar este nuevo país y ubicarse en su capital San José. Cientos invirtieron todos sus ahorros en títulos de tierras y bonos emitidos por el gobierno de Poyais, el cual contaba incluso con un congreso tricameral. Otros cambiaron las libras esterlinas por billetes creados para el nuevo país, pues el dinero inglés no les iba a ser nada útil en su nuevo hogar, el cual, según su cacique, contaba con calles pavimentadas, un teatro para ópera y una catedral con domo.

Un año después, alrededor de 250 inversionistas se embarcaron hacia Poyais. A su llegada encontraron, además de los legítimos dueños de las tierras, una jungla llena de enfermedades tropicales. La mayoría de ellos murieron enfermos o de hambre. A pesar de que 50 inmigrantes lograron regresar a Inglaterra a finales de 1823 a dar fe de la estafa, MacGregor continuó con su fraude en Inglaterra y Francia hasta 1837, y aunque fue juzgado, nunca fue encarcelado.

Siguiendo las enseñanzas de MacGregor, 100 años después y luego de haber sido despedido como mesero por robo y del Banco Zarossi por estafa, el italiano Carlo Ponzi se estableció en Boston. Allí ideó un esquema de arbitraje que compraba con descuento estampillas de correo de Estados Unidos en Italia para revenderla en Estados Unidos a su valor facial. Para levantar el capital, ofrecía a sus inversionistas una rentabilidad de 50% en 45 días, en un momento en que la tasa de interés anual ofrecida por los bancos era de 5%. En enero de 1920, 18 personas invirtieron $1,800 y ya para mayo de ese año, Ponzi recibía $1 millón diarios de nuevos inversionistas. Como no existían suficientes estampillas en Italia, Ponzi utilizaba los nuevos depósitos para pagar los intereses a los inversionistas. En agosto de ese año, la pirámide colapsó y los inversionistas perdieron $20 millones, los que equivalen a unos $210 millones actuales, una cifra que se queda corta si se considera que el esquema Ponzi de Bernie Madoff en 2008 le costó más de $18.000 millones a los inversionistas.

Costa Rica tuvo su propia versión de esquemas Ponzi. Previo a la década de los 90, las financieras en Costa Rica no eran supervisadas por la Auditoría General de Bancos, la cual luego evolucionó en la Superintendencia General de Entidades Financieras (Sugef). Entre 1987 y 1988, algunas de ellas ofrecían hasta 42% anual de tasa de interés a los ahorrantes. Luego de la quiebra de la financiera Escalante y Asociados, una decena de financieras cayó en cascada ante la pérdida de confianza y la poca robustez de sus negocios. Algunos inversionistas perdieron más que sus ahorros, pues hipotecaron sus viviendas para invertir en esas financieras.

Este episodio de nuestra historia evolucionó en incluir a las financieras en la fiscalización de la Sugef, al darle mayores potestades legales para ampliar su ámbito de regulación. Sin embargo, es claro que el primer y mejor supervisor de una entidad financiera debe ser el propio ahorrante.

Esta semana, El Financiero presenta el caso de las financieras en el quinto reportaje de la serie Hitos. El objetivo de algunos de estos reportajes es repasar los aprendizajes de diversos eventos económicos de nuestra historia económica para no repetir los mismos errores en el futuro. O simplemente para no olvidar el pasado.

En el caso de la crisis de las financieras de los años 80, y que es extensivo a nuestros días, el mayor aprendizaje es que el dinero fácil no existe o es muy riesgoso. Así, es válido el dicho de que cuando algo es muy bueno para ser cierto, generalmente no lo es. La primera pregunta que debe surgir con las altas tasas de rentabilidad que pueda ofrecer un intermediario financiero es en qué tipo de negocios legítimos se deben invertir los dineros captados para que generen un retorno suficiente para pagar a los ahorrantes. Si esta pregunta no tiene una respuesta clara y obvia, se deben encender las alertas de que se puede tratar de un MacGregor, un Ponzi, un Madoff o algún otro artista criollo.