El gran impacto de Tesla

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Viene al caso extender un poco más la visión a partir del reportaje publicado en El Financiero sobre las baterías Tesla (“Baterías embisten al negocio eléctrico”, edición 1.024).

Esta tecnología va a trasformar violentamente, si no del todo destruir, a productores y distribuidores de energía alrededor del mundo. Eso incluye, necesariamente, al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). Por implicación, los efectos para la economía costarricense van a ser profundos. Y no en un futuro lejano, en el espacio de un par de décadas, a lo mucho.

Las baterías Tesla vienen en dos tipos: la Powerwall es para uso residencial y la Powerpack es para uso comercial o de manufactura. La Powerwall tiene dos modelos: 10 kilovatios-hora y 7 kilovatios-hora, mientras que la Powerpack en 100 kilovatios-hora.

Una unidad de Powerwall de 10 kilovatios-hora está diseñada para funcionar como respaldo con capacidad de unas 50 recargas al año. La de 7 kilovatios-hora es más avanzada: se espera que pueda ser utilizada para mantener un hogar entero funcionando por 2 o 3 días con recargas ilimitadas. Son estas últimas las que vendrían a permitir que los hogares se independicen de las productoras energéticas.

Con la Powerpack, la intención es que se utilicen clusters de varias baterías para que igualmente funcionen como respaldo energético o, para que una fábrica de consumo pesado pueda funcionar independiente de la red eléctrica local (en conjunto con una instalación local de paneles solares como menciona El Financiero ). Desde ya Tesla está trabajando con clientes corporativos como Amazon y Wal-Mart. Tienen contratado, también, un cluster de 250 megavatios-hora con una productora/distribuidora que quiere adaptarse al cambio por venir.

Tesla quiere volumen y adopción masiva de esta tecnología. Precisamente, una táctica es que la compañía está retando a proveedoras de energía en el sector de consumo comercial: donde hoy por hoy están sus márgenes de rendimiento más jugosos.

Otra táctica es precio. Los costos de la Powerpack todavía se desconocen públicamente pero la Powerwall de 10 kilovatio-horas se está comercializando en $3.500 (sin costos de instalación) en Estados Unidos. La Powerwall de 7 kilovatio-horas, mientras, no va a estar a la venta en muchas localidades de EE. UU. por un tiempo. Esto debido a los subsidios que hoy en día se ofrecen para que hogares con paneles solares vendan de vuelta a la red eléctrica la energía que producen y no utilizan en el momento. Eso hace que ese modelo de la batería no haga sentido económico, aún. Pero esos subsidios son temporales y muy caros para el Estado. A su vez, esta tecnología esta aquí para quedarse y cada vez va a ser más barata.

Finalmente, la otra táctica importante es que, al igual que otra tecnología de Tesla, estas baterías tienen una política de patente abierta. Es decir la compañía quiere que el público general, desde sus clientes hasta otras empresas, innove sobre ellas. Esto hace que sean tan adaptables como la imaginación e ingenio de emprendedores e inventores de alrededor del mundo. El potencial es increíble.

Contra la pared

Ahora, volvamos la mirada a nuestro país. Primero consideremos que el panorama energético en Costa Rica no es bueno. El ICE tiene serios problemas en mantener los costos de la electricidad bajo control. La institución se hunde más y más en una maraña de sindicatos y burocracia volviéndose casi esclerótica en cuanto a innovación e inversión. Hay una entropía generalizada en el sector.

Ante todo esto, hoy por hoy, un hogar o una empresa podría instalar paneles solares, importar una batería Tesla (o varias), y evitarse en gran parte o en su totalidad una dependencia de la red eléctrica ICE. No pareciera haber impedimentos legales que podrían detener eso. Les saldría una inversión costosa, ciertamente – pero, pregunto yo, ¿no resulta tentador evitarse el dolor de cabeza e incertidumbre que toda esa entropía supone?

Imagínense, entonces, como verán hogares o empresas esta posibilidad en un par de años cuando una Powerwall o Powerpack resulte aún más económicamente viable. Esto es una crónica de muerte anunciada. Está tecnología va a producir un cambio que ningún sindicato, o fracción legislativa, o gobierno de turno podría haberse imaginado. Por eso resulta tan chocante, y extrañamente al mismo tiempo de esperarse, que altos jerarcas del ICE descalifiquen la tecnología y reaccionen incrédulamente.

La gran interrogante, en verdad, es qué forma va a tomar tal eventual sublevación tecnológica. El Gobierno y el ICE tienen, a como yo lo veo, tres opciones: Una es promulgar restricciones a la importación de está tecnología. Eso es condenar al país a un retroceso inmenso. Todos perdemos en ese caso. La segunda es no hacer nada. Eso es condenar al ICE a morir. Pero ganamos los consumidores porque esas baterías Tesla irán siendo más accesibles y producirían cada vez más ahorros.

La última opción es empezar ya a trabajar hacia este futuro de producción y almacenamiento energético para procurar una transformación ordenada en que el Estado, y sus instituciones, mantengan algo de relevancia. Pero eso requiere tener el coraje político de enfrentarse a intereses arraigados que les va a costar aceptar que el ICE va a tener que cambiar (implicado hacerse más pequeño). A fuerza van a tener que trabajar con el sector privado también.

Esto no está en fase de investigación: el tiempo para decidirse que hacer empieza ya. Acordémonos que, en lo que se refiere a tecnología, el cambio ocurre gradualmente. Hasta que de pronto, ocurre repentino y absoluto.