El mundo actual y Costa Rica

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El mundo se nos ha vuelto instantáneo en tiempo real, y esto ha posibilitado ilustrarnos de una de las manifestaciones más notorias que han llamado la atención, cual es el “regreso”, en algunas regiones, del pasado fundamentalista y fanático de reminescencias feudales, que resurge y se combina con el presente adquiriendo formas institucionalizadas y legitimadoras, proyectándose, por lo demás, hacia el futuro como ominosa sombra que, de permitirse su expansión, podría poner en peligro la -de por sí- relativa estabilidad mundial, contribuyendo a modificar la geopolítica conocida hasta entonces.

Convertidos en poderes fácticos, no estatales, han asegurado su influencia social y penetración territorial gracias a doctrinas filosóficas de raigambre cultural y amplia aceptación social; al control ideológico; a la fortaleza, disciplina y tácticas militares; y a la intimidación física por virtud de sus métodos punitivos. Tesis que son sustentadas y apoyadas por otros grupos o Gobiernos de igual o parecido talante.

Otra faceta de esta sociedad del conocimiento y de la hiperconectividad, es la paradójica relación entre potencias de ayer y de hoy en las áreas de la confrontación militar indirecta, del respeto aparente por parte de los “gendarmes” tradicionales del mundo a conflictos regionales, la rivalidad comercial y la colaboración alrededor de temas de importancia mundial, que están redefiniendo el orden internacional.

Los casos “prueba” de Ucrania y de Siria para EE.UU., la OTAN, China y Rusia, la “Primavera Árabe”, el ascenso de China, India, Suráfrica, Brasil y Turquía en la economía mundial y su desafío a la Unión Europea, EE.UU., Japón y Rusia en la conquista y posicionamiento de mercados, y la cooperación para enfrentar problemas comunes a la humanidad (pandemias, terrorismo, cambio climático, etc), respectivamente, son ejemplos de la recomposición global que están perfilando el nuevo mundo, cambios que se reflejan en las políticas exteriores de las naciones en sus vínculos diplomáticos directos como en los organismos multilaterales, todo ello con vistas a adaptarse a las inéditas realidades globales sin afectar sus intereses como país o bloque regional.

Un “rostro” adicional es la confluencia de las redes sociales, la velocidad de la información y su correlato: la mega diversificación social, con sus análisis y críticas sociales buscando espacios de representación de sus puntos de vista en la sociedad y exigiendo resultados y cuentas al Gobierno. Esta “'producción sociocultural”, una vez legitimada e incluida en las políticas públicas en el Estado, se integra a la política exterior que el país defiende.

Costa Rica, además de hacer una revisión profunda y oportuna de lo que ocurre extramuros, en particular lo que puede afectar sus ideales, alianzas y relaciones con los demás gobiernos, y de pensar en cómo atenuarlos o revertirlos si fuera el caso, debe incorporar, amén de los valores identitarios, los intereses de los sectores domésticos, en especial de aquellos que coincidan con los de su política exterior remozada.

Del acierto y eficiencia con que logre articular ambas aristas en la construcción de esta política, dependerá la efectividad y la eficacia del Gobierno para inscribirse en las corrientes de pensamiento internacional sobre diferentes ámbitos y de gestionar un lugar dentro de los Estados exitosos y viables.