El (sospechoso) romanticismo de un economista

Un repaso a las virtudes de los instrumentos

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Los economistas de seguro no somos los profesionales más indicados para hablar de instrumentos musicales. Y aún más dudoso sería que hablemos de sentimientos. En todo caso, intentaré dejar planteada mi opinión.

Si hay un instrumento que me invite a la meditación es el piano. No solo es elegante, por modesto que sea su origen. Su presencia nos invoca solemnidad, armonía, esencialidad, y a veces hasta un poco de apremio en el espíritu. Ciertamente goza de su abolengo, mas no por ello se arruga a los desaires de Elton John o el mismísimo Lennon.

Ahora, si se trata de uno que se me hace místico, ese es el fagot. Su encanto radica quizás en la magia de las obras de Mozart o Vivaldi, o tal vez solo sea porque es un instrumento discreto en cualquier orquesta, casi escondido en medio de nada, y aún así, sobresale por su estatura.

No hace falta insistir sobre el violín. Sobrio, entregado, magnánimo. No escatima su lucidez, ya sea en manos de Isaac Stern o de un buen intérprete en el metro de Nueva York. Puede llevarnos a estados de sublime percepción, como lo logra Mendelssohn, a una entera orgía de ritmos con Tchaikovsky, o tan solo un fresco sabor a tarde veraniega con Malpaís.

Para nosotros los románticos nació el chelo. Es paciente, es dulce, parsimonioso y danzante. No intenta opacar al violín, pero sin duda puede ser un exquisito promotor de reverentes miradas o solo preludio de un beso clandestino.

No puedo terminar sin invocar al modesto acordeón, joven, potente, meritorio. Me dicen de fuente aseada que no es de temperamento fácil, que se puede obsesionar con un vallenato o salir a dar una vuelta en un merengue dominicano, e incluso se le ve coquetear desde tiempo ha en Europa del este.

Le corresponde el honor de haber sido llamado el “piano de los pobres”, a la vez que muy pronto fue muy popular entre las mujeres. Debe ser por el delicado sabor a seducción que deja en sus tonadas, por el insinuante movimiento del fuelle, o tal vez por su versatilidad.