En busca del Da Vinci digital

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Nuestra sociedad vive cambios acelerados, en gran parte, gracias a los avances de la ciencia y la tecnología. De forma positiva me gusta pensar que estamos frente a un nuevo movimiento cultural renacentista en donde las ideas del humanismo “digital” buscan una nueva concepción del hombre y del mundo.

Los negocios no escapan a este movimiento renacentista digital; hoy en día somos testigos de cómo la Fanga (Facebook, Amazon, Netflix, Google, Apple) está redefiniendo el juego, en casi todas las industrias.

Innovación

Facebook sabe sobre qué o quién esta nuestra atención, Amazon sabe lo que consumimos, Netflix sabe dónde están nuestras pasiones, Google sabe nuestros intereses/preocupaciones, Apple tiene el lugar donde todos convergen con Silicon Valley como la capital del Renacimiento digital.

Y es que ciertamente no es lo mismo hacer negocios en la economía de los datos, donde todo se consigue “gratis” si estás dispuesto a entregar tu privacidad. Por ello, las empresas ven en la innovación una forma de sobrevivir a estos tiempos de cambios y buscan de forma ansiosa los Da Vinci que les ayuden a transformar sus negocios análogos, en obras de arte digitales.

Pero a diferencia de la Fanga –que crearon sus negocios, desde el inicio, como obras de arte digitales–, las empresas tradicionales no tienen un lienzo en blanco para iniciar un nuevo camino digital.

La innovación corporativa necesita encontrar el delicado balance entre crear, destruir y transformar sus capacidades, productos y servicios.

Para hacer el reto más interesante, no existe una receta para la transformación digital corporativa. La mayoría de CEO de las empresas en Centroamérica nombran responsables de innovación (Da Vincis digitales) que lideren la transformación digital, por medio de la creación de unidades tipo laboratorios digitales, en donde se realizan experimentos sobre cómo incorporar nuevas tecnologías a la generación de ingresos del negocio.

Sin embargo, aunque cueste creerlo, no se trata de tecnología sino más bien poner al ser humano (cliente, colaborador o socio de negocio) en el centro del diseño de su nueva obra de arte digital, igual que lo intentó el movimiento renacentista en el siglo XV.

Para lograrlo, se necesita entender e incorporar a todos los actores empresariales y alinearlos, pero sobre todo comprender sus intereses y administrarlos. Entre estos destaco:

El core del negocio: Cuando el negocio va bien no se tiene mucha hambre de innovación, cuando no va bien busca reducir costos.

El ecosistema de innovación: Estos personajes no son declarados de forma oficial y las unidades de innovación deben identificarlos y ser el punto de central de las comunicaciones para las iniciativas.

Los clientes: Estos personajes constituyen la razón de todo el movimiento renacentista digital y lo único que quieren es que su empresa les lleve valor. Las unidades de innovación deben convencerlos para que se involucren y sean co creadores; los Da Vinci digitales tienen a disposición las técnicas de design thinking y lean startup para realizar procesos de innovación donde el cliente sea el centro del diseño y el corazón de la obra maestra.

De acuerdo con los historiadores, el Renacimiento finalizó con la revolución francesa, que dio inicio a lo que hoy conocemos como la edad moderna.

El movimiento renacentista actual marca también el inicio de lo que quizá los historiadores más adelante llamarán la edad digital. Este es, sin duda, el mejor momento para que busque a sus Da Vinci digitales, que sean capaces de crear una conexión con sus clientes.

Después de todo, la monarquía francesa fue derrocada por perder la conexión con su pueblo.

El autor es líder de Innovación Digital en GBM.