Gobernar el país como una empresa

“¿Y si gestionamos el gobierno como las buenas empresas? Con transparencia, liderazgos conscientes, equidad de género, inclusión, asumiendo las consecuencias de las decisiones sin aferrarse al poder o al lucro”.

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Al acto de celebración del 50 aniversario de la Universidad Nacional (UNA) no fue invitado el poder Ejecutivo. Además, Marco Zúñiga Badilla, presidente de la Federación de Estudiantes (FEUNA), hizo fuertes críticas a la administración Chaves Robles.

Algunos dirán: ¿y el protocolo? ¿Cómo no invitar al presidente de la República a un acto oficial? El éxito de cualquier actividad, pública o privada, también depende de compartir con la gente correcta; no es solamente invitar a los que piensen igual, pero sí que compartan legítimamente el objetivo de la celebración y cuya presencia sume.

Ya va siendo hora de ajustar las prioridades. Primero están los valores, el fondo, luego vienen las formas. Estos cambios de paradigma son necesarios para darle espacio a la coherencia y con ella, generar pensamiento crítico y acción cívica.

Marco dijo, además: ¨Hoy nos gobierna un presidente que trata al Estado como si fuera una empresa¨. Y ese es el punto que motiva este comentario.

Son cada vez más los estudios que confirman que no solo en Costa Rica sino en todo el mundo vamos en caída libre en una espiral de desconfianza. Una de estas mediciones es el Barómetro de Confianza de la agencia Edelman, una investigación que se ha realizado durante 23 años consecutivos y que tiene como propósito medir las percepciones de las personas de todos los continentes. ¨Hemos estudiado la confianza por más de 20 años y estamos convencidos de que es la base con la que las instituciones —empresas, gobiernos, ONG y medios— construyen una relación con sus stakeholders¨ indica el estudio.

Ya en los resultados del análisis del 2022 se identificaba como gran tendencia que gobiernos y medios de comunicación estaban alimentando la desconfianza a nivel global, ya que en ambas instituciones abundan gestores de la desinformación y la división, y se han aprovechado de un ciclo negativo para obtener ganancias comerciales y políticas.

Según el citado estudio, el 80% de los latinoamericanos está convencido de que los líderes sociales están mintiendo. El 70% de ellos dice: “Tiendo a desconfiar hasta que veo evidencia de que algo es digno de confianza”, y el 72% considera que las personas en su país carecen de la capacidad de sostener debates constructivos y civilizados sobre temas en los que no están de acuerdo.

Llegamos al 2023 y según los resultados recién presentados, la palabra clave es “polarización”.

Sectores que crecen en confianza: la ciencia y las empresas

Otra tendencia que crece en la dirección contraria: cada día se confía más en los científicos (78%) y en los empleadores. “El CEO de la empresa donde trabajo” (66 %) y “Mis compañeros de trabajo” aparecen como otra fuerza estabilizadora de la sociedad: el 75% de los latinoamericanos confía en ellos.

Del 2020 a la fecha, la confianza en el sector privado ha aumentado más de 20%, llegando a un 62% de calificación general. Las empresas demuestran procesos de transformación que van más allá de la mejora de los productos o servicios que ofrecen; muchos de sus líderes han asumido roles de gran impacto y no hay marcha atrás, pues se crea un círculo virtuoso que alimenta el bien común.

Cada día aumentan las expectativas de que las empresas lideren cambios sociales a medida que la confianza en el gobierno continúa desgastándose. Pero esto no es algo que pueden hacer solas. Deben trabajar con las demás instituciones que estén dispuestas —por ejemplo, las universidades— para fomentar la innovación e impulsar un impacto positivo y con equidad.

Claramente no podemos generalizar —no se trata de buenos o malos—. No todas las personas servidoras públicas o empresarias somos iguales. El lucro no es malo en sí mismo, lo perverso es la inequidad. Esas son las trampas que nos conducen rápidamente a la infértil polarización. Pero si el papel social de las empresas llegó para quedarse, ojalá podamos incorporar algunas buenas prácticas del sector empresarial a la gestión de la clase política y gubernamental.

Cada día los stakeholders exigen que las empresas sean transparentes, rindan cuentas, y aquellas que lo hagan bien recibirán el apoyo a manera de consumo, de talento que se queda, de buena reputación, inversiones y prosperidad en el tiempo. Aquellas que no lo entiendan están destinadas a desaparecer más temprano que tarde.

Hay un creciente interés por medir el impacto, por reportar resultados ya no solo de carácter económico, sino también social, ambiental y de gobernanza (Reportes ESG). Así, mediante certificaciones avaladas por terceros externos, las empresas pueden hacer de sus resultados demostraciones que abonan a la confianza pública y que les permite obtener mejores retribuciones, acceso a dinero más barato para créditos e inversiones y apertura a más oportunidades.

“La Tierra es ahora nuestro único accionista”

La frase de arriba fue la que el empresario estadounidense Yvon Chouinard usó para anunciar hace unos meses su decisión de donar a la lucha contra el cambio climático la empresa que fundó hace casi medio siglo. Chouinard, de 83 años, es el fundador de Patagonia, la compañía de ropa y equipos para actividades al aire libre con sede en California y cuyo valor se estima en US$3.000 millones.

Patagonia ya donaba el 1% de sus beneficios anuales a organizaciones y grupos ambientales. Pero él sí levantó la ambición al pasar de 1 a 100, y durante el anuncio de su decisión señaló: “Si tenemos alguna esperanza de un planeta próspero dentro de 50 años, ello nos exige a todos hacer lo posible con los recursos que tenemos “.

Entonces, mi mensaje para Marco y para quienes no conocen estos casos es: ¿y si gestionamos el gobierno como las buenas empresas? Con transparencia, con liderazgos conscientes, con equidad de género, con inclusión, asumiendo las consecuencias de las decisiones sin aferrarse al poder o al lucro. ¿Si pedimos a los líderes políticos que aprendan de los buenos líderes empresariales? ¿No tendríamos un mundo mejor si hubiera más liderazgos como el de Patagonia?

Afortunadamente, sí que existen muchos liderazgos que apuntan a un norte más colaborativo, equitativo y ambientalmente sustentable. Aquí algunos ejemplos:

El Sistema B es una organización sin fines de lucro que trabaja junto con el sector empresarial para construir una nueva economía en la cual el éxito y los beneficios financieros estén en función de construir un entorno más justo, equitativo y regenerativo para las personas y el planeta.

Las empresas B cumplen con los más altos estándares de desempeño social y ambiental verificado, transparencia pública y responsabilidad legal para equilibrar las ganancias y el propósito. Para lograr la certificación como Empresa B, una organización debe medirse y cumplir con los estándares de una estricta evaluación. Existen más de 6.300 empresas B certificadas; más de 1.000 son de América Latina y el Caribe. En Costa Rica existen 11 empresas: Pucci, Florex, Yuxta, Greenenergy, Nahua, Asuaire Travel, Sphera, Bodhi Surf and Body, Aire Studio y Aromas para el alma; también esperamos que muy pronto Próxima Comunicación sea parte de este grupo.

Otro ejemplo son las 110 empresas que forman parte de la Alianza Empresarial para Desarrollo (AED), con el propósito de cocrear un modelo de país próspero, inclusivo y en armonía con el ambiente. Desde su fundación, hace 25 años, la AED guía al sector productivo a considerar principios de sostenibilidad como parte de su gestión, reduciendo impactos negativos y maximizando impactos positivos en la sociedad, el ambiente y la economía.

Estos son solamente dos ejemplos del sector privado protagonista del desarrollo sostenible y que, con méritos, sigue ganando reconocimiento, respeto y, sobre todo, es digno de confianza.

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*La autora es comunicadora estratégica y emprendedora social. Directora de Próxima Comunicación y de Ecoins.