Gobierno y capacidad de gestión

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Decía Peter Drucker que “la inteligencia, la imaginación y el saber técnico (académico) son esenciales, pero solamente la efectividad/eficiencia los convierte en resultados. Ambas pueden… y deben ser aprendidas”.

La eficacia y la eficiencia están relacionadas directamente con las llamadas competencias o habilidades blandas, que se pueden y deben aprender de forma específica y detallada, de manera experta y en manos de expertos.

El jueves 28 de agosto, el presidente Luis Guillermo Solís, presentó, en el Teatro Melico Salazar, el informe de los 100 días de labores. El tema de la capacidad de gestión solamente fue mencionado una vez y no mereció ninguna referencia de cómo se pretende desarrollar esa habilidad en su equipo para pasar de las palabras a los hechos.

El asunto, como lo dijo Drucker, es que los resultados esperados de cualquier plan dependen de la capacidad de gestión y, a su vez, de las habilidades gerenciales blandas. Es decir, es indispensable que los líderes o autoridades en las organizaciones e instituciones, además del saber académico o técnico y las habilidades duras (abogado, ingeniero, historiador, economista, trabajador social, politólogo, médico, etc.) desarrollen de manos de expertos las habilidades o destrezas blandas que les permitirán ser eficientes y eficaces.

En el país, hace ya varias administraciones, nadie se ocupa de la formación del talento humano con paradigmas y enfoques modernos ni de las futuras generaciones de gerentes públicos. De hecho, puede ser que no haya habido ninguna atención para este desafío en el pasado. Por lo tanto, es urgente hacer algo ya.

Por ejemplo, un programa nacional de formación de gerentes públicos que serán quienes asuman las riendas de la administración en los gobiernos venideros y sean cooptados por los partidos políticos. Es más, nuestro modelo educativo agotado y obsoleto, que luce como un dinosaurio y requiere de renovación inmediata, también necesita incorporar prácticas exitosas de otras latitudes para preparar a los estudiantes con el fin de que cuenten con una magnífica capacidad de gestión.

Las instituciones no son famosas por su creatividad, su capacidad de innovación o su iniciativa. En el mundo conectado, están obligadas a cambiar pues el conocimiento no puede ser exclusivo de un lugar o de unas personas, la competitividad pasa por tener el mejor entorno informático e institucional.

Desperdicio de recursos

Mientras algunas empresas privadas –con una visión más amplia acerca de la capacitación– invierten permanentemente en sus colaboradores para que tengan los más altos estándares de desempeño y facultarlos, en el Estado no existen las políticas públicas adecuadas al respecto, más bien se desperdician los recursos y las oportunidades en este campo. Por ejemplo en el Micitt, el MAG y el MEP, por años los funcionarios de confianza que han llegado con los nuevos gobiernos se han recetado las mejores becas y opciones de capacitación nacional e internacional, y luego al finalizar se fueron a sacar provecho personal de sus nuevos conocimientos dejando a esos ministerios disminuidos en su know how propio.

Una competencia es una característica subyacente del individuo que está causalmente relacionada con un estándar de eficiencia/efectividad superior en un trabajo o situación (Spencer y Spencer). Esto implica que las competencias son aquellos aspectos propios de la persona que, en la medida que los desarrolle, le permitirán alcanzar niveles de desempeño superiores a los que podría lograr en caso de no hacerlo.

Cuando mínimo se requiere desarrollar las siguientes habilidades gerenciales para asegurar la capacidad de gestión en el gobierno y con ello su efectividad y éxito: liderazgo, empoderamiento y delegación, coaching y mentoring , equipos de alto rendimiento, creatividad y gestión del cambio (y este es el gobierno del cambio). Además, negociación, toma de decisiones, gestión del tiempo, modelo para el desarrollo de múltiples inteligencias. Y, reitero, no se desarrollan por generación espontánea, es mediante capacitación formal.

Otro de los factores que el presidente Solís apuntó en el Informe con reiteración en la parte de propuestas es la necesidad de mejorar la competitividad del país. Como dicen los prestigiosos Riddersträle y Nordström expertos gerenciales de clase mundial, catedráticos de economía de la U de Estocolmo “la competitividad se basa en recetas novedosas” y como explicaba Paul Romer de la Universidad de Stanford, “quien tenga la mejor receta ganará… Y, en una sociedad en la que el ganador se lo lleva todo, tenemos que tomar conciencia de que si no conseguimos una receta apetitosa, creativa e innovadora, puede que estemos tomando nuestra última cena”.

Sin competencias tampoco habrá competitividad y tampoco gobierno del cambio. La gestión del cambio también es una habilidad que debe aprenderse por su complejidad y la resistencia que genera.

Las competencias implican estudio y práctica. Es necesario reinventarse cada día y ver qué es lo que se debe saber para poder estar adaptados en tiempo real, de lo contrario, se correrá el riesgo de no disponer de los conocimientos necesarios para la compleja realidad en la que toca gobernar en el entorno nacional, la sociedad del conocimiento y el mundo global.