Granjeros en Marte, el futuro laboral

En un enfoque incompleto se menciona el espectro Steam como las profesiones del futuro. ¿Podríamos imaginar una sociedad solamente con ingenieros y matemáticos?, en absoluto

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Granjeros en Marte, pintoras artísticas con drones, hackers legales, guías turísticos espaciales, psicólogos de inteligencia artificial o diseñadoras de sueños son algunas de las profesiones del futuro propuestas por personas jóvenes entre 15 y 18 años, en una encuesta realizada por Ipsos en España.

Aunque es ampliamente documentado que el 85% de los puestos de trabajo que existirán en el 2030 se desconocen, este grupo de jóvenes entrega premisas claras para anticiparlos: se busca rediseñar el trabajo visionando y aprovechando el entorno global, provocar rupturas en los actuales silos de conocimiento e impulsar sinergias entre las disciplinas tradicionales. De esta forma es posible bosquejar nuevas rutas laborales que nunca terminarán de transformarse.

Por esto, los puestos no emergerán en el 2030, las personas serán las creadoras de nuevos trabajos y el principal reto es formar jóvenes con las capacidades para lograr esa fuerza creadora.

Patrones para anticipar carreras

Los roles bajo los cuales se construyeron las profesiones actuales están desapareciendo aceleradamente, la dinámica empresarial que amparaba carreras estáticas está agotada, pero aún las personas están inmersas en ellas, es una crónica de una muerte laboral anunciada. Si el entorno del trabajo es no lineal y frágil, la educación debe articularse siguiendo ese movimiento.

La juventud, por su carácter retador, se atreve a imaginar sin restricciones, desafiando el riesgo, aprendiendo por medio de la exploración, justo lo que se necesita para pensar el futuro de las carreras: un cambio profundo y estructural.

Al analizar el ingenioso listado brindado por los jóvenes, se descubre un patrón clave para quienes diseñamos aprendizaje e imaginamos ese futuro laboral disruptivo: existe una simbiosis entre especialidades: agricultores, pintoras, guías turísticos y diseñadoras, que, por medio de capacidades fortalecidas y tecnología, drones, inteligencia artificial, algoritmos, crean desde ahora, espacios laborales del futuro.

Estos espacios son cada vez más reales, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) continúa con intensas investigaciones para lograr plantaciones en el espacio. De esta forma, convertirse en un granjero en Marte, sería el resultado de formar agricultores con conocimientos científicos que avanza en estos experimentos para asegurar la alimentación humana, en Marte y también en la Tierra.

Redarquía académica: apertura de silos de conocimiento

Con el planteamiento del espectro Steam (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemática) se genera una dinámica importante, pero en alguna medida distorsionada, atribuyendo a las carreras específicas de estas ramas como profesiones del futuro, una respuesta inmediata pero incompleta para pensar en el futuro del trabajo.

¿Podríamos imaginar una sociedad solamente con ingenieros y matemáticos?, en absoluto. En realidad, y paradójicamente, las humanidades y el arte son críticas para el futuro de la tecnología.

Esta idea es reforzada con absoluta claridad por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglás en inglés), en un artículo para Times Higher Education, reconocen los campos de las artes y las humanidades, como poderosas fuentes de conocimiento y comprensión de la condición humana. En el MIT todos los estudiantes toman una serie de clases obligatorias, casi una cuarta parte de las cuales son en artes, humanidades y ciencias sociales.

En esencia, este pilar de transformación es justamente lo planteado por el grupo de jóvenes en su imaginario de profesiones, generar acciones que impulsen la fusión de las humanidades, las ciencias, las artes y transversalmente las habilidades que permitan una capacidad de pensamiento crítico para conducir el futuro y plasticidad competencial: hacer nuevas cosas a partir de las habilidades que ya poseen.

El columnista del New York Times, Tom Friedman, anticipaba un futuro laboral radicalmente abierto, en el que las empresas no serían las únicas fuentes para el nacimiento del empleo. En esta línea podríamos afirmar que las profesiones que hoy conocemos, con su rigidez formativa no serán, en exclusiva, el seno de las carreras ni las creadoras de los puestos del 2030. Esto es un claro llamado a rediseños de las compañías y los sistemas sociales.

Podríamos plantear una “redarquía académica” como acción necesaria. En esta redarquía, las capacidades y conocimientos de diferentes disciplinas se intersecan y forman redes para atender desafíos; producen nódulos duales que generan energizantes y renovadas sinapsis. Surge entonces, bajo este nuevo enfoque, pintores artísticos con drones, ingenieras que comprende las emociones humanas y las expresa utilizando storytelling.

El impacto social del modelo T

En muchos espacios se ha demostrado que esta redarquía es la única capaz de resolver los complejos problemas sociales generando un modelo T en los perfiles, uniendo formación técnica en su base y amplios brazos de habilidades humanas.

Daniel Kahneman integró aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, particularmente elementos sobre el juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre, por lo que recibió, siendo psicólogo, el Nobel de Economía.

John Snow (el médico, no el mítico personaje de Juego de Tronos) unió sus conocimientos científicos con un amplio enfoque social, su inquieta capacidad de análisis y una habilidad única de contar historias por medio de datos generando el mapa geográfico de epidemias que frenó la peste en Londres.

Sin duda, las mismas capacidades que buscamos con urgencia desarrollar en las personas jóvenes de cara a un 2030, cada vez más cercano, son las mismas que se requieren para generar impacto formativo: creatividad, pensamiento flexible y crítico, capacidad de jerarquizar problemas y, sobre todo, la habilidad de usar las capacidades aprendidas sin importar el nombre de las ocupaciones.

De esta forma, toma mucho sentido, la figura del astronauta en un tradicional cultivo de papas en el espacio, buscando, de esta forma, lograr uno de los objetivos de desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hambre cero. Más que una profesión, una misión de impacto, más que una carrera, una ocupación significativa.

Así que esperemos muchas personas con granjas en Marte.