Incendio regional

Algunos no aprenden las amargas lecciones de la Historia: las revoluciones acaban devorando a sus propios hijos

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“Del pasado hagamos tabla rasa, el mundo cambiará de rostro, no somos nada seamos todo”, maximalismos de la internacional comunista en el siglo XIX.

Presente y futuro surgen del pasado, siempre se conserva algo. La condición humana cambia, pero no al ritmo de vanguardias de iluminados. La evolución de la humanidad es de luces y sombras; imperfectos, no tendremos amaneceres espectaculares.

La aventura es buscar nuevos horizontes, no petrificarse en fantasías del fin de la historia, esperando el paraíso y su mesías proletario.

Agua ha corrido bajo los puentes. Millones asesinados bajo el estalinismo, millones de muertos en China con las extravagancias de Mao, fusilamientos en el paredón cubano, delirios de construcción del hombre nuevo, masacres de estudiantes en Nicaragua, desenfreno mortífero de Maduro.

Una gran tentación

Algunos no aprenden las amargas lecciones de la Historia: las revoluciones acaban devorando a sus propios hijos.

Socialismo del siglo XXI en Caracas, cuando rusos y chinos se han apartado de esa ruta y abrazan el capitalismo de Estado, dependientes del mercado internacional, incapaces de lograr la diversificación productiva y de satisfacer necesidades básicas.

La indiferencia geopolítica de los EE. UU. hacia la región es uno de los factores. Comprometidos en guerras lejanas pensaron que los problemas de América Latina se resolvían solo con libre comercio y centraron su agenda en el narcotráfico, distracción que les ha impedido ver las causas de las migraciones, y la infiltración rusa.

La tentación de la intervención militar es grande, Venezuela puede ser el equivalente de Ucrania en la competencia entre las potencias, y aunque militarmente el ejército venezolano no es rival, una guerra de desgaste empantanaría a Trump en su patio trasero.