Juventud, ¿divino tesoro?

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

L a pregunta que plantea el título de este editorial es seria y crítica; digna de reflexión. Por el hecho de estar inspirada en un famoso poema del nicaragüense Rubén Darío, existe el riesgo de que al ensayar una respuesta nos quedemos únicamente en la dimensión poética y soslayemos la realidad. Actuar así sería un grave error que tarde o temprano la Historia nos cobraría con creces, ya que del presente de la juventud depende en gran medida el futuro de la nación.

La última oración no es, como podría pensarse con ligereza, un ejercicio de retórica. Por el contrario, responde a una ley de la vida que también halla eco en las páginas bíblicas: se cosecha únicamente lo que se siembra. Nada más.

En este sentido, la interrogante del título encuentra dos respuestas en la presente edición de EF.

Una de ellas, positiva y esperanzadora, basada en el proyecto editorial 40 menores de 40 que publicamos en las páginas 25 a 40. Se trata, en este caso, de un reconocimiento que este periódico tributa a jóvenes menores de 40 años que por su talento, inteligencia, formación académica, persistencia y otros valores similares han destacado a lo largo del 2012 en muy diversos campos.

De apoyarnos solo en este trabajo periodístico que realizamos y publicamos anualmente desde el 2001, no existiría una contestación negativa al tema en cuestión.

Sin embargo, debemos reconocer que hay también una respuesta negativa y pesimista: la que se consigna en el título principal de la portada de este ejemplar y el reportaje de las páginas 4 y 5: 201.870 jóvenes costarricenses no trabajan ni estudian. Se trata, ni más ni menos, que del 19,6% de la población del país; hay que reconocer, eso sí, que ha habido logros en este campo, pues dicha cifra era del 23,9% en el 2000.

Así, las páginas de esta edición –las ya mencionadas– recrean uno de los tantos contrastes que hay en nuestro país.

En efecto, mientras que por un lado el lector conocerá los casos de jóvenes que realizan investigaciones médicas y científicas, por el otro se enfrentará a las cifras de otros que solo cursaron la educación primaria o secundaria, o que tienen estudios incompletos en ambos niveles.

Además, podrá leer acerca de personas menores de 40 años que desempeñan cargos de alto nivel en empresas nacionales y transnacionales, pero también datos de madres adolescentes que se dedican al cuido de sus hijos, otras personas u oficios domésticos.

También se informará sobre los logros y éxitos de abogados, ingenieros, publicistas, sicólogos, químicos, administradores de negocios, economistas, arquitectos, biólogos, etcétera, así como de jóvenes que aunque no tienen acceso a educación regular, sí buscan opciones de capacitación.

Se trata, en definitiva, de dos grupos de jóvenes que retan al país. Unos porque necesitan urgentemente que el entorno nacional avance a la velocidad de su talento; otros, porque demandan mejores oportunidades para superar sus rezagos.

Juventud, ¿divino tesoro? La respuesta exige visión y seriedad; no populismo ni demagogia.