¿La cadena de bloques está lista para destacar?

Opinión de Josh Burek | “Hoy, los defensores de la cadena de bloques ven a la tecnología como el próximo gran salto para hacer que las transacciones financieras sean extremadamente más eficientes”.

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En tanto el invierno de las criptomonedas se descongela, y las instituciones financieras renuevan su interés por los activos digitales, ha resurgido un antiguo debate sobre si la cadena de bloques es verdaderamente, o no, una “máquina de confianza”, como la describió The Economist en 2015.

Una figura de la Venecia del siglo XV puede ayudar a responder ese interrogante. Si bien no era ni un tecnólogo ni un banquero, a Fray Luca Pacioli hoy se lo recuerda por desarrollar el sistema contable de asientos de partida doble que sustenta gran parte de la economía moderna. Fue su modelo ingenioso el que incorporó el Debe y el Haber al método de registro de transacciones en dos cuentas separadas.

Esta corrección aparentemente aburrida y engorrosa de una función comercial central no solo garantizó la precisión y puso freno al fraude; también les dio a los propietarios nueva información sobre cómo administrar y mejorar sus empresas y reducir costos. Con el sistema de Pacioli, creció la eficiencia, se aceleró el comercio y el Renacimiento cobró vuelo. La contabilidad de partida doble se volvió un pilar de la actividad económica porque era simple, se la podía compartir fácilmente y era incuestionablemente útil. Siglos más tarde, las declaraciones financieras basadas en el trabajo de Pacioli pasaron a ser obligatorias para cualquier empresa. Así es el poder de una mejora de la infraestructura básica.

La lección más general es que una innovación que pasa de la concepción a la adopción global normalmente es objeto de tres pruebas de confianza pública: ¿Funciona? ¿Es útil? ¿Es segura? O, lo que es lo mismo, los usuarios esperan competencia, valor y confiabilidad.

Hoy, los defensores de la cadena de bloques ven a la tecnología como el próximo gran salto para hacer que las transacciones financieras sean extremadamente más eficientes. “El problema de fondo de la moneda convencional es toda la confianza que hace falta para que funcione”, escribió el creador seudónimo de Bitcoin, Satoshi Nakamoto, en 2009. “Con una moneda electrónica basada en una prueba criptográfica, sin necesidad de confiar en un intermediario, el dinero puede ser seguro y las transacciones, sencillas”. Nakamoto imaginó las pruebas cripto como una sustitución de la confianza humana para crear un sistema financiero verdaderamente entre pares y sin intermediarios.

La tecnología de cadena de bloques subyacente que desplegaron los creadores de bitcoin se construye de manera elegante sobre el cimiento de Pacioli. Imagínense si un asiento contable de un mercader florentino del siglo XV apareciera instantáneamente en los libros contables de todos los demás mercaderes. Un libro mayor distribuido de esas características crea una contabilidad de partida triple (o de entrada efectivamente infinita), haciendo que los datos sean inmutables e irrefutables.

Esa funcionalidad por sí sola es transformadora, pero la arquitectura de las redes de cadenas de bloques les da superpoderes mucho más allá de las aplicaciones financieras. Como observa el emprendedor tecnológico Chris Dixon, “Es un error pensar en las cadenas de bloques como simples libros mayores para tabular números. Las cadenas de bloques no son bases de datos; son computadoras integrales”.

Por supuesto, una de las grandes ironías de la industria cripto es que una tecnología basada en el deseo de fortalecer la confianza financiera haya generado tanta desconfianza. Pero si bien The Economist no se equivocó al decir que la cadena de bloques es una máquina de confianza hace casi diez años, el argumento fundamental de la cadena de bloques de que facilita el intercambio confiable de valor se ha verificado con creces. Si bien es poco consuelo para quienes perdieron sus fondos durante las implosiones de la industria en los últimos años, esos episodios reflejaron una exuberancia irracional y un fraude a la antigua, no defectos en los protocolos de los libros mayores distribuidos.

Estas fallas fueron tan predecibles como lamentables. La excitación sobre las tecnologías emergentes normalmente supera su utilidad, dejando atrás una estela de decepciones. Hasta las tecnologías más prometedoras lidian con defectos de diseño iniciales. Los chatbots de IA pueden alucinar. Las baterías de los vehículos eléctricos pueden fallar a temperaturas frías o calurosas extremas. Un software nuevo muchas veces tiene defectos. Y las redes de cadenas de bloques no han sido totalmente inmunes a hackeos y problemas de desempeño. Pero su durabilidad fogueada en la adversidad hace que estén bien posicionadas para mejorar la manera en que hacemos circular nuestro dinero.

¿Y qué se puede decir de la utilidad? Esta cualidad es más subjetiva. Obviamente, los monos animados coleccionables y las transacciones puramente especulativas no equivalen a una mejora transformadora y más inclusiva del sistema financiero global.

Afortunadamente, los actores responsables del mercado hoy usan la cadena de bloques para hacer muchas otras cosas: entregar ayuda humanitaria móvil y resistente a la corrupción a los refugiados; reducir un 80% los costos de las donaciones de caridad, las remesas y los pagos transfronterizos; expandir el acceso a servicios financieros básicos; brindarles a los trabajadores en países de alta inflación una reserva de valor portátil; establecer la procedencia para alimentar la “economía de los creadores”; transmitir dinero en escala con la facilidad, seguridad y velocidad con la cual Internet transmite datos, y mejorar los carriles financieros tradicionales que datan de los años 1970.

Si bien todavía se encuentran en sus etapas iniciales, estas aplicaciones indudablemente ofrecen un alto valor social y económico. Eso nos lleva a la tercera pregunta: si los carriles financieros basados en cadenas de bloques son seguros -lo cual, en el ámbito de los servicios financieros, se refiere a regulados-. ¿Los usuarios pueden esperar estándares comunes y elevados en todo el mundo? Todavía no, pero estamos más cerca de que eso ocurra.

Existe otra ironía en torno a las cripto. Lo que empezó como una visión libertaria para un sistema financiero basado en códigos protegido por el gobierno está chocando con la realidad regulatoria. Cada vez resulta más evidente que las redes basadas en cadenas de bloques y las aplicaciones financieras no están desplazando la infraestructura financiera tradicional, sino que la están modernizando y democratizando. Esto significa trabajar junto con los reguladores y los responsables de las políticas, no en contra de ellos.

La buena noticia es que 2024 está posicionado para brindar una mayor certidumbre regulatoria. Japón, Hong Kong, Singapur y la Unión Europea han establecido estándares sólidos y protecciones de los consumidores para este ecosistema creciente. Y el Congreso de Estados Unidos podría hacer lo mismo este año con una legislación bipartidista de activos digitales y monedas estables que combatiría el financiamiento ilícito y las monedas digitales falsificadas. Eso representaría una diferencia material en la confianza pública.

¿La cadena de bloques es una máquina de confianza? El año por delante nos podría brindar una respuesta definitiva.

Josh Burek es director sénior de Posicionamiento Estratégico en Circle.