La economía colaborativa como causa de la ineficiencia del Estado

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El autor David de Urgarte hace sendas definiciones paradigmáticas sobre las nuevas formas de conectarse en sociedad. Son lo que Manuel Castells llama “la sociedad red”, la cual consiste en la interacción humana por medio de procesos digitales y multimodales en los que los usuarios consumen y crean información. Lo particular es que ya no es al estilo centralizado ni descentralizado porque, según De Ugarte, ahora nos movemos de manera distribuida. Esto significa que el consumo de información, la interconexión con la gente y la propuesta de iniciativas se dan de forma libre, sin necesidad de pasar por filtros o autoridades que nos den el permiso para accesar a otros mundos, otras redes u otras personas.

Cuando existía el telégrafo, la información circulaba centralizadamente porque había un grupo específico que la controlaba, la distribuía y la filtraba, lo cual hacía que solo le llegara a ciertos grupos élites. Posteriormente, llegó la comunicación descentralizada, es decir, hubo una expansión de la información gracias al avance tecnológico que democratizó el acceso a los datos. Sin embargo, este acceso generaba una relación vertical entre los consumidores de información y los grandes y poderosos grupos económicos o políticos que podían crearla y distribuirla, por tanto, el modelo se configuró entre los que consumían y otros que vendían, y siempre se requirió de un gran nodo o jerarquía para poder obtenerla.

No obstante, hoy eso ya cambió. Existen las redes distribuidas que consisten en la capacidad de comunicarse, consumir y distribuir información a través de un clic, aplicación móvil o plataforma global. Gracias al avance en las tecnologías de información, a la digitalización de la información y a las redes sociales, ya no dependemos del gran nodo o autoridad para poder disfrutar de información de cualquier parte del mundo, ni tampoco necesitamos del poder económico para poder distribuirla o proponer alguna iniciativa colectiva. Basta con que haya un netócrata o sujeto legitimado en la sociedad red que genere contenido y lo distribuya en su nodo.

Así, las redes hoy dibujan esas nuevas maneras de comunicarse, interactuar y vivir. Es una realidad que nos gobierna y nos dicta el cómo compartimos con la gente cercana y lejana. Existe una libertad que no está regulada, ni tampoco está definida por el imperio de la ley; cada quien ve, lee y comparte el tipo de información que más le interesa y la que no, simplemente la ignora. Esto hace que la interacción humana se transforme sin necesidad de que el aparato estatal dicte cómo debe ser, porque a diferencia de la democracia, en que la mayoría dicta los derechos de los otros o lo que es permitido y lo que no, en las redes distribuidas, los mensajes e iniciativas circulan y se adscriben a otras redes sin que haya aprobación de las mayoría, es suficiente con que haya cierto número de sujetos seguidores.

No es por democracia, es por voluntad individual que se sostiene la diversidad de información, mensajes y proyectos, el único requisito es crear contenido con capacidad de satisfacer gustos y preferencias específicas.

Otro modelo

Es tal la distribución de la información y la interacción sin fronteras, que el ordenamiento jurídico no tiene capacidad de controlar la velocidad con la que se expanden los datos ni hasta dónde se expanden. En este marco surgen todo tipo de iniciativas distribuidas que generan interconexión entre las personas, tanto que reta el statu quo de los Estados-nación, ya que surgen ideas, proyectos y formas económicas y sociales que no están contempladas dentro del ordenamiento jurídico tradicional, porque ahora el espacio público de interacción se llama sociedad red.

Es el caso de la economía colaborativa, un modelo económico y social que se da gracias a herramientas electrónicas y plataformas globales de comunicación. Este modelo, que consiste en intercambiar lo que nos sobra o que podemos compartir con quienes buscan otras maneras de autoabastecerse. Nace como consecuencia de la disconformidad de la gente por los abusos en los precios, el mal servicio y la pésima regulación que ha generado la economía tradicional en los últimos tiempos. La idea es crear una economía que colabore con el bolsillo de la gente para lograr un poco de equidad y eficiencia en el uso de los bienes y servicios. Son iniciativas ciudadanas y para ciudadanos que se quieran sumar.

Ante esto surgen muchas iniciativas que, en el marco de la economía colaborativa, intentan resolver necesidades que hasta hoy los grandes inversores no han considerado por la falta de rentabilidad que las regulaciones generan, opciones como intercambio de ropa, carros compartidos, préstamos económicos, alojamiento de viajeros, trueque de comida, alquiler de un sofá para pasar la noche, entre otros servicios que pueden resolverle la vida a quien no puede costearse una vida aceptable.

Hay quienes dicen que este modelo de colaborativo no tiene nada porque hay dinero de por medio, pero resulta obvio que haya dinero de por medio, por eso es un modelo económico.

Lo altruista de la economía colaborativa radica en la conciencia de una oferta de servicios y bienes a bajo costo, la idea no es enriquecerse a costa del consumidor, sino ayudarse entre sí y generar una economía accesible.

Este modelo es la consecuencia de la exigencia democrática, la búsqueda de la satisfacción personalizada de las necesidades que los Estados no están siendo capaces de satisfacer. El reto para el Estado es buscar las maneras de adaptar el sistema jurídico para que ordene la sociedad red, si desea sobrevivir ante las trasformaciones de la convivencia social.