La recuperación dispareja de la economía global

Estados Unidos y China se están perfilando para ser los principales motores de crecimiento global en 2021

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Las posibilidades de un rebote ágil y uniforme de la crisis del COVID-19 se han atenuado y la economía mundial hoy enfrenta perspectivas de crecimiento marcadamente divergentes.

Si bien la última versión de los Índices de Seguimiento para la Recuperación Económica Global (TIGER) de Brookings-Financial Times ofrece motivos para ser optimistas, también plantea temores renovados. La euforia de la vacunación se ha visto atemperada por distribuciones lentas de las vacunas en la mayoría de los países, mientras que nuevas olas de infecciones de COVID-19 están amenazando las trayectorias de crecimiento de muchas economías.

Estados Unidos y China se están perfilando para ser los principales motores de crecimiento global en el 2021. El consumo de los hogares y la inversión empresarial han aumentado en ambas economías, de la mano de medidas de confianza del sector privado. La producción industrial se ha recuperado en la mayoría de los países, fortaleciendo los precios de las materias primas y el comercio internacional. De todos modos, Estados Unidos, China, India, Indonesia y Corea del Sur quizá sean las únicas economías importantes que superen los niveles de Producto Interno Bruto (PIB) previos a la pandemia para fines de este año. En la mayoría de las otras regiones, la recesión del 2020 muy probablemente deje cicatrices de más larga duración tanto en el PIB como en el empleo.

Las condiciones están dadas para que éste sea un año decisivo para la economía estadounidense, en tanto un gigantesco estímulo fiscal, políticas monetarias laxas y una demanda acumulada se traduzcan en un crecimiento rápido del PIB. Una confianza renovada de los consumidores y de las empresas ha llevado a un crecimiento generalmente sólido del consumo y la inversión, y los mercados financieros han seguido arrojando buenos resultados. Inclusive el desempeño del mercado laboral ha sido más alentador, con la creación de 916.000 nuevos empleos en marzo, más del doble del total para febrero y la cifra más alta desde agosto pasado.

La tarea de los responsables de las políticas monetarias este año será separar el fantasma de la inflación (la inminente recuperación después de 2020) de las presiones salariales y de precios subyacentes. El alza de los rendimientos de los bonos gubernamentales –que refleja una combinación de mejores perspectivas de crecimiento, riesgo de inflación y cuestiones vinculadas a la deuda- refleja los desafíos que los responsables de las políticas enfrentarán en su intento por descifrar y manejar las expectativas de los mercados. En términos ideales, cualquier medida de estímulo adicional apuntará a impulsar la demanda agregada y simultáneamente mejorar la productividad de largo plazo.

Mientras tanto, el impulso de crecimiento de China se ha mantenido sólido y equilibrado, en tanto el gobierno vira su atención a cuestiones estructurales de mediano plazo y a la contención de los riesgos del sistema financiero. La reciente Asamblea Popular Nacional apoyó un foco renovado en reequilibrar la demanda hacia el consumo de los hogares y desviar las fuentes de crecimiento de la producción hacia una manufactura de alta calidad, el sector de servicios y las pequeñas y medianas empresas.

Así, las autoridades chinas parecen inclinarse hacia una normalización de la política macroeconómica, con cierta consolidación fiscal y un ajuste monetario anticipados para más avanzado el año. Esta estrategia está siendo acompañada por medidas regulatorias prudenciales para manejar la efervescencia del sector de bienes raíces. Si bien las tensiones comerciales con Estados Unidos probablemente persistan en la administración del presidente Joe Biden, ya no parecen ser un factor importante que influya en el sentimiento o crecimiento del sector privado en ninguno de los dos países.

Por el contrario, las economías europeas, tanto en el centro como en la periferia de la eurozona, han venido luchando contra otra ola de COVID-19, programas de vacunación tambaleantes y una falta de dirección política. Mientras que la producción industrial, particularmente en Alemania, ha mantenido un buen ritmo, gran parte de la eurozona probablemente tenga que esperar hasta fines de 2022 para alcanzar los niveles de PIB previos al COVID.

El Reino Unido, que en 2020 enfrentó un doble golpe por el Brexit y por el COVID-19, ha hecho un buen progreso a la hora de vacunar a su población, mejorando así sus perspectivas de crecimiento. La recuperación de Japón, en cambio, parece frágil a pesar de la implementación de amplias medidas de estímulo, mientras que la confianza de los consumidores sigue siendo débil y el crecimiento de las exportaciones, moderado.

En cuanto a los mercados emergentes, ahora parece haber múltiples trayectorias económicas –algunas mucho mejores que otras-. En India, tanto los sectores de manufactura como de servicios están contribuyendo a un rebote sólido. Pero un resurgimiento del coronavirus, una creciente inflación y un espacio fiscal limitado (debido a los elevados niveles de deuda pública) podrían debilitar parte de este impulso.

Por ahora, el rebote de los precios del petróleo ha animado las perspectivas de productores importantes como Nigeria, Rusia y Arabia Saudita. Por el contrario, la economía de Brasil está tambaleándose, lo que refleja la propagación descontrolada del virus –resultado de un liderazgo político ineficaz-. Turquía enfrenta temores similares, pero al menos logró a duras penas alcanzar un crecimiento positivo en 2020.

Luego de una marcada caída durante 2020, el dólar estadounidense se ha afianzado en 2021. En tándem con la tendencia alcista de los rendimientos de los bonos norteamericanos, esto es un mal presagio para muchos mercados emergentes y otras economías en desarrollo, particularmente aquellas con una alta exposición de deuda en moneda extranjera. Las presiones del mercado financiero podrían intensificarse si los patrones de crecimiento divergentes (en los que las economías vulnerables registran un crecimiento más débil) persisten en 2021.

La economía mundial ha llegado así a un momento decisivo. Muchos países están lidiando con la opción de abrir sus economías a pesar de la continua propagación del virus y la posibilidad de liberar un estímulo macroeconómico adicional, lo que podría exponerlos a una compensación desfavorable entre beneficios de corto plazo y vulnerabilidades de más largo plazo. Las incertidumbres abundan, es mucho lo que está en juego y las decisiones políticas indecisas afectarían la confianza de los consumidores y de las empresas en las economías más débiles, agravando las tensiones económicas.

La receta para una recuperación sólida y duradera sigue siendo la misma: medidas firmes para controlar el virus, junto con un estímulo monetario y fiscal equilibrado y políticas que apoyen la demanda y al mismo tiempo mejoren la productividad. En las economías que se están recuperando de manera robusta, sería prematuro relajarse en cualquiera de las dos dimensiones; en otras partes, los responsables de las políticas tendrán que redoblar sus esfuerzos en ambas.

Darren Chang y Aryan Khanna colaboraron en este artículo.

Eswar Prasad, profesor de Economía en la Universidad Cornell, es miembro sénior de la Brookings Institution.