La sostenibilidad de nuestros billetes también nos representa como país

Opinión de Javier Andino | “Cerca del 80% del desecho de billetes alrededor del mundo termina en rellenos sanitarios, eso quiere decir que en esencia la operación de billetes se comporta siguiendo una economía lineal”.

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Datos del Servicio de Cambio Climático Copernicus de la comunidad europea indican que el pasado setiembre fue el más caluroso desde que comenzaron los registros en 1940 y, de continuar esta tendencia, el 2023 podría ser el año con las temperaturas más altas de la historia.

Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas se pronunció sobre esta aceleración en el calentamiento global, con un mensaje enfático: “El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y esto es sólo el principio. La era del calentamiento global ha terminado, ahora es el momento de la era de la ebullición global”.

Es innegable que nos encontramos en un momento donde la acción climática ha dejado de ser optativa y se ha convertido en una obligación de todos para reducir nuestra huella de tal manera que podamos garantizar un lugar habitable a nuestras futuras generaciones.

En el sector financiero, por ejemplo, la atención está dirigida a la búsqueda de alternativas para disminuir el impacto en su gestión, incluido el manejo del dinero en efectivo. Iniciativas como Network for Greening the Financial System, NGFS, una red creada en 2017 y que hoy cuenta con 114 miembros, establece líneas de acción a corto, mediano y largo plazo para garantizar estrategias de reducción del impacto ambiental, entre ellas la sostenibilidad en el ciclo del efectivo.

Los estudios de análisis de ciclo de vida (LCA por sus siglas en inglés) que cuantifican las emisiones generadas por los billetes desde su fabricación, y en consecuencia su impacto ambiental, nos muestran que en la etapa de distribución es donde se registran las grandes diferencias según el tipo de material de fabricación.

Si bien la logística de distribución puede ser la misma para billetes de cualquier material, los que están hechos a partir de polímero (como los billetes de Costa Rica) son significativamente más durables en circulación, lo cual hace que su tasa de reposición anual sea menor y en consecuencia se requiera una menor distribución. Así lo comprueban análisis realizados no solo en Costa Rica, sino en países como Canadá, México y Australia, naciones que también dieron el salto a billetes de polímero.

El sustrato de polímero es el material más duradero disponible en el mercado para la fabricación de billetes, por encima del algodón o los híbridos. De forma conservadora se podría decir que la durabilidad del polímero es tres veces mayor que la de un billete de algodón, sin embargo, este dato es superior en varias naciones como en Costa Rica con cinco veces más o Canadá con una medición de cuatro veces.

Pero la responsabilidad no se limita a desarrollar soluciones para una mayor vida útil de los billetes, pasa por introducir el concepto de cero residuos en el ciclo del efectivo, lo cual implica, entre otras cosas, escoger materiales que permitan la recuperación de los desechos valorizables al finalizar su uso.

Aún hoy, cerca del 80% del desecho de billetes alrededor del mundo termina en rellenos sanitarios, eso quiere decir que en esencia la operación de billetes se comporta siguiendo una economía lineal: se extraen recursos para su fabricación y se desechan al final de su vida útil. Sin duda este es un esquema insostenible que debe ser reemplazado por un modelo circular, donde los billetes puedan ser reciclados en su totalidad.

En esa línea, los billetes de polímero son fabricados con polipropileno, material que se recicla habitualmente. Esto significa que el desecho de los billetes es recuperable de forma sencilla y se integra nuevamente como materia prima en la industria de plásticos. El Banco Central de Costa Rica (BCCR) es un buen ejemplo de este modelo; al terminar la vida de los billetes estos son recuperados y reciclados como materia prima para una gran variedad de productos de larga duración, especialmente en madera plástica con la que se elaboran senderos, parques infantiles, y rótulos en los principales parques nacionales.

Los billetes son una hermosa representación de la identidad de los países. En el caso de Costa Rica, no solo tienen un diseño que llama la atención de nacionales y extranjeros por la expresión de nuestra biodiversidad, sino que son un ejemplo de una decisión patria responsable, eficiente y sostenible, acorde a nuestros tiempos como humanidad y consecuente con nuestra marca país internacional.

El autor es asesor de bancos centrales para Latinoamérica en CCL Secure.