Libre comercio para siempre

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Newton, Massachusetts. El 7 de diciembre, representantes de los 159 países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC) lograron el primer acuerdo multilateral de comercio en los 19 años de historia de la OMC.

Si bien el Acuerdo de Facilitación del Comercio –bautizado “Paquete Bali” debido a que la reunión tuvo lugar en esa isla indonesia– no se ocupó de las cuestiones más apremiantes del comercio norte-sur, constituye un importante hito económico y político.

El Paquete Bali compromete a los miembros de la OMC a avanzar en la reducción de barreras no arancelarias al comercio, por ejemplo, estableciendo normativa aduanera más transparente y reduciendo el papeleo relacionado con el comercio exterior.

Estos cambios pueden parecer minucias burocráticas, no obstante, el impacto del acuerdo –que aumentará el producto mundial en $1 billón y creará 21 millones de puestos de trabajo– será sustancial.

El acuerdo ha sido criticado por no lograr las metas de la OMC fijadas en 2001 en la Agenda de Doha para el Desarrollo. Pero esos objetivos –incluidas la mejora del acceso a los mercados de agricultura, manufacturas y servicios; la clarificación de las normas internacionales de comercio; y el avance sobre cuestiones ambientales relevantes– eran excesivamente ambiciosas.

Incluso el modesto Paquete Bali no estaba garantizado e incluyó un día adicional de negociaciones para lograr acuerdos sobre temas polémicos, como los subsidios a granjas en India y el embargo estadounidense a Cuba.

Sin embargo, queda claro que la liberalización del comercio está ganando impulso.

Impulso renovado

Consideremos la impresionante escala y alcance de otros acuerdos comerciales multilaterales –como el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión, y el Acuerdo sobre el Comercio Internacional de Servicios– que están siendo negociados en la actualidad.

El actual avance hacia la liberalización comercial realza la forma en que la política comercial –especialmente la de Estados Unidos– ha mejorado durante los últimos 100 años.

El principio del siglo XIX se caracterizó por elevados aranceles tanto en EE. UU. como en Europa.

Durante las últimas décadas del siglo, los aranceles europeos se redujeron sustancialmente, en gran medida como respuesta al rechazo unilateral del Reino Unido a las Leyes del Maíz, que impusieron tarifas sustanciales a los granos importados. EE. UU., sin embargo, continuó cobrando aranceles mucho más elevados.

A diferencia de Europa, la política partidista moldeó la política comercial estadounidense previa a la Segunda Guerra Mundial: los republicanos aumentaban los aranceles y los demócratas los reducían. Uno de los aumentos más notables tuvo lugar en 1922, cuando el Gobierno controlado por los republicanos aprobó el Arancel Fordney-McCumber, que aumentó los impuestos promedio a las importaciones en un 64 %.

Esto resultó en vehementes protestas –y duras represalias– por parte de los socios comerciales estadounidenses.

Entre 1925 y 1929, se produjeron 33 revisiones arancelarias en 26 países europeos y 17 en Latinoamérica.

Las conferencias internacionales de 1920 en Bruselas, de 1921 en Portorož y de 1922 en Génova –así como la Conferencia Económica Mundial de 1927 de la Liga de las Naciones en Ginebra– apoyaron una tregua arancelaria, pero sin resultados.

En 1930, el presidente estadounidense, Herbert Hoover, y el Congreso con mayoría republicana aprobaron la Ley Arancelaria Smoot-Hawley, que llevó la guerra de aranceles a otro nivel.

Si bien los aumentos tarifarios Smoot-Hawley fueron modesto comparado con los Fordney-McCumber, resultaron tan inoportunos que la ley se convirtió en virtual sinónimo de mala política comercial.

Fijación de aranceles

Según la Liga de las Naciones, la ley Smoot-Hawley disparó «un arranque de actividades de fijación de aranceles en otros países, al menos parcialmente en represalia», los impuestos a las importaciones aumentaron sustancialmente en forma casi inmediata en Canadá, Cuba, Francia, Italia, México y España.

Por lo tanto, si bien la ley Smooth-Hawley no fue causa directa de la Gran Depresión, como muchos han afirmado, sí contribuyó a una ruptura del comercio internacional precisamente cuando el mundo más lo necesitaba.

La caída de dos tercios en las importaciones agregadas entre 1929 y 1933 fue resultado solo en parte de la reducción del ingreso y, por lo tanto, de la demanda de importaciones; las políticas comerciales y cambiarias de represalia también contribuyeron de manera importante a generar el colapso del comercio mundial.

Incluso cuando el comercio mundial finalmente comenzó a revivir una vez que concluyó la depresión, se mantuvo fragmentado y se desarrolló principalmente entre bloques y regiones comerciales.

Fue solo después de la Segunda Guerra Mundial –cuando el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (logrado en 1995 por la OMC) comenzó el proceso de liberalización comercial multilateral– se logró superar el destructivo legado de la ley Smoot-Hawley.

Presiones proteccionistas

Por supuesto, ocasionalmente han surgido presiones proteccionistas desde entonces. Por ejemplo en 1992, durante la campaña presidencial estadounidense, Ross Perot sostuvo que ratificar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte daría como resultado un “tremendo sonido de succión” cuando los puestos de trabajo estadounidenses migraran a México y cayeran los salarios de los trabajadores estadounidenses.

Muchos países han introducido impedimentos menores –y no tan menores– al comercio desde la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, la tendencia general ha sido de mayor apertura.

De hecho, la era de posguerra constituyó el periodo continuo más prolongado de liberalización comercial en la historia, un logro especialmente impresionante considerando que el mundo sufrió recientemente la peor caída económica desde la Gran Depresión.

De hecho, los responsables de las políticas parecen en la actualidad genuinamente interesados en evitar los aumentos arancelarios.

No puede negarse que Bali no fue un éxito total y que gran parte de la agenda de Doha de la OMC aún no se ha logrado, Pero que los países continúen buscando la liberalización del comercio en una época de débil crecimiento económico –no importa cuán gradualmente– sugiere que el libre comercio llegó para quedarse.