Mozart asesinado

Columna Embriaguez del Pensamiento

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Nadie ha expresado mejor mi sentir en torno al ser humano que Saint-Exupéry, en el último capítulo de Terre des hommes, por mucho su mejor novela. Viaja el autor en el último vagón de un tren atestado de obreros. Sucios, malolientes, hacinados, galeotes, víctimas de la alienación laboral de la que tanto hablara Marx.

Y entre ellos ve Saint-Exupéry a un niño que, de una u otra manera, ha logrado hacerse un campito entre los adultos. Su rostro no está aun marcado por la enajenación ni por el trabajo abyecto. Es bello, puro: pareciese pertenecer a otra especie. No ha sido aun molido por el engranaje social y productivo. Y el autor lo mira detenidamente: “Podría ser el rostro de Mozart” -reflexiona-.

“Volví a mi vagón. Me dije: estas gentes no sufren con su suerte. Y no es aquí la caridad lo que me atormenta. No se trata de enternecerme ante una herida eternamente reabierta. Los que la padecen ni siquiera la sienten. Es algo así como la especie humana, y no el individuo, la que se ve lesionada. No creo en la piedad. Lo que me atormenta es el punto de vista del jardinero. Lo que me atormenta no es esa miseria en la cual, después de todo, termina uno por instalarse como en la pereza. Generaciones de orientales viven en la inmundicia y la aceptan como tal. Lo que me atormenta no es algo que las sopas populares puedan remediar. Lo que me atormenta no es ese vacío, ni esas jorobas, ni esa fealdad. Es, un poco, en cada uno de esos hombres, ver a Mozart asesinado".

El niño - Mozart en el vagón de los obreros estaba destinado a llegar… si tan solo le hubiesen dado la oportunidad. Pero no se lo permitirán. Será un aborto espiritual, un conatus, un proyecto de ser humano, “lo que pudo haber sido”, potencia que nunca llegó a cristalizar en acto (Aristóteles), la tragedia del pasado potencial. Su primigenia pureza será triturada. Más allá de toda redención posible. En algún momento, de camino a Mozart, le pondrán el techo a la altura de la cabeza, para que no llegue nunca a serlo, para que crezca enjuto y contrahecho.

Eso es lo que el ser humano hace con el ser humano. “El hombre, lobo del hombre” (Hobbes). Mozart asesinado.