Nuevos liderazgos: requisitos

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Nuestro país sobresale por sus elevados estándares en salud y educación, por la calidad de su democracia, su vocación de paz, por el respeto a los derechos humanos y por su desempeño ambiental. El sector privado, acompañado por políticas públicas intervencionistas, ha logrado diversificar la economía, desarrollar el turismo y consistentemente mantener una tasa de crecimiento económico mayor a la de casi todo país latinoamericano.

Sin embargo, el país ha sido incapaz de dar el salto al desarrollo. Subsisten niveles elevados de pobreza y desigualdad y nuestra calidad de vida sufre ante un sector público ineficiente, lento y convertido en un fin en sí mismo.

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Para dar el salto son necesarios nuevos liderazgos; capaces de superar problemas y anticipar soluciones. Es común observar políticos presentarse como protagonistas del cambio y la innovación, pero que han cohabitado en la política tradicional, llegando a ser maestros en las prácticas que han impedido mayores niveles de desarrollo. Pero no bastan adjetivos de autobombo político o una prensa cortoplacista, para que la realidad se modifique.

El nuevo liderazgo es de propuestas sustentadas en hechos, disposición para analizar éxitos y fracasos, debe conocer la historia patria y escuchar la voz de los expertos como la de la ciudadanía.

No tiene nada de nuevo el político que no es definible por sus propuestas sino por la negación de las de aquellos a los que percibe como rivales. En el PAC han existido precandidatos y hoy existen aspirantes a líderes, cuya única propuesta conocida es diferir del pensamiento de algunos de los fundadores del partido.

La edad no determina si un político es nuevo. Hay personas jóvenes en política con las mañas, tretas y corruptelas que la vieja política califica como habilidad.

También hay partidos que se presentan como nuevos, pero ese hecho solo es cierto en cuanto a la fecha de fundación , pues copian prácticas, vicios y rutinas de la vieja política. Hay voces dentro de partidos de reciente creación que dicen “si los otros partidos lo hacen por qué no nosotros”.

Tener una ideología radical tampoco define a una persona o a un partido como protagonistas de un nuevo liderazgo. Ser socialista o neoliberal es seguir pensamientos añejos, que ya fueron probados y han demostrado poder llevar países enteros al abismo y la economía a severas crisis de desempleo y recesión. El nuevo liderazgo no se cobija en dogmas ideológicos.

El nuevo liderazgo no debe tener como objetivo el poder. La persona que participa en política sin una convicción profunda y apasionada, mejor que se dedique a asuntos privados. La persona que no tiene un sueño de país, porque su aspiración es ascender al poder, pertenece a la política tradicional.

Los nuevos liderazgos deben ser leales a las propuestas hechas durante la campaña. Lealtades ciegas a los partidos, no tienen nada de nuevo. Esa actitud pertenece a la política tradicional, donde la incondicionalidad destruye la integridad que pueda haber tenido la persona antes de participar en política.

Los nuevos liderazgos no deben representar ni responder a intereses corporativos . Las personas que participamos en política recibimos votos de mayorías silenciosas que no ostentan cargos en cámaras empresariales, sindicatos, cooperativas o congregaciones religiosas.

La nueva política no asume como propias las propuestas del FMI, el Banco Mundial o el gobierno de alguna potencia extranjera. Los nuevos liderazgos no deben imitar a algunos autodenominados estadistas que pasaron por todos los cargos políticos y siempre acataron las propuestas de política económica de entes internacionales. El nuevo liderazgo debe escuchar todo, retener lo bueno y rechazar lo malo, venga de donde venga.

El nuevo liderazgo no debe ser populista . Sostiene su posición en el poder o en la oposición. Un partido se opuso al PAE III en campaña para aprobarlo al llegar al poder; una parte de mi partido se opuso a la propuesta tributaria que negociamos de la expresidenta Chinchilla y hoy en gobierno apoya una propuesta de gobierno que es menos progresiva.

Finalmente, el nuevo liderazgo logra acuerdos por medio de la inspiración (fundada en su integridad y en la calidad de sus propuestas); no por medio de transacciones. La vieja política es ducha en la transacción . Está dispuesta a aprobar un proyecto aunque no le parezca bueno con tal de que aprueben el suyo y, viceversa, obstruye. La transacción de proyectos y la transacción fundada en la corrupción no deben estar en el arsenal de los nuevos liderazgos.

En fin, escuchamos, cada vez con más volumen, el llamado a un nuevo liderazgo, como requisito para que Costa Rica dé el brinco a niveles superiores de desarrollo.

Antes de que se abuse del término y se le utilice como una simple carta de presentación política en el marco de estrategias de campaña, es bueno definir qué entendemos por “nuevo liderazgo”. Así contribuimos a que los resultados sean compatibles con las buenas intenciones de ese llamado.