Opinión: A diez años del reconocimiento

Comentario sobre el editorial anterior: Luces y sombras. Edición 1.053

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En el año 2006, fui nombrado “Empresario del Año” por EF, un honor inesperado de gran valor para mí por dos razones: el reconocimiento venía del mundo de los negocios y me lo otorgaban mis compatriotas.

Había emigrado un año atrás, con anhelos e ilusiones, a un mundo nuevo y seductor con retos tan difíciles como en los campos de la ciencia. En los negocios he vivido triunfos y fracasos. He encontrado ambición e intriga, lealtad y pasión. He forjado amistades nuevas que muestran la belleza de la diversidad humana.

A una década de vida, Ad Astra continúa persiguiendo la innovación tecnológica y la financiera. En el 2009 estrenamos el Mercado Alternativo para Acciones (MAPA) y un año después concretamos la primera Oferta Pública Restringida (OPR) en Costa Rica.

Sobrevivimos la crisis del 2009, diversificamos el portafolio y mantuvimos el compromiso con los inversionistas.

Concluimos el 2015 con ingresos récord, gracias a la paciente y disciplinada convicción en nuestra misión tecnológica. El Vasimir, impulsado por un fuerte contrato con la NASA, se acerca al umbral del vuelo espacial. En energía, el hidrógeno podría liberarnos de nuestra dependencia en hidrocarburos. Vemos el futuro con optimismo y, por los miles de estudiantes que han desfilado por nuestro plantel en Liberia, tocamos el nervio de la juventud costarricense.

Hemos perdido algunas batallas y las heridas frescas nos enseñan a templar idealismo con realidad.

Lejos de amedrentar, las heridas fortalecen y aclaran nuestra visión: honestidad, ética, fiabilidad, dedicación y trabajo en equipo. En 10 años en el nuevo mundo veo que el buen empresario no difiere del buen científico.