Opinión: ¿Debemos seguir a China?

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El grupo de inteligencia Stratfor propone un concepto que encapsula una de las transformaciones económicas más importantes de los próximos años: los 16 pos-China o el PC16. Se inicia a raíz del fin de China como potencia exportadora del comercio internacional. Como lo puso George Friedman, presidente de Stratfor, ese país va a continuar existiendo y hasta prosperando pero esta era de desarrollo chino, promovida a salarios bajos y otros factores para conquistar mercados globales de manufacturación, inicia su conclusión.

Ahora, conforme China deje el rol que ha ocupado por casi tres décadas, otros países con ofertas salariales más bajas y otras ventajas comparativas desviarán de manera acelerada hacia sus tierras esa preciada inversión extranjera que había acaparado el país asiático. La producción de China, sin embargo, es demasiado grande para ser reemplazada por uno o dos de sus actuales competidores directos. Lo que se propone entonces es que va a ser un grupo de países, 16 de acuerdo con Stratfor, que, en conjunto, pero de manera independiente, van a dividirse el pastel chino.

Stratfor propone a Bangladesh, Etiopía, Indonesia, Kenia, Perú, Tanzania, Uganda, México, Myanmar, Nicaragua, República Dominicana y Sri Lanka. Pero la realidad es que actualmente es un proceso abierto y dinámico (en el que se aceptan aplicaciones por así decirlo). Y ahí es donde se pone interesante el asunto.

No todos los países que terminen siendo parte del grupo van a competir por el mismo tipo de inversión y de la misma manera. En China, la actividad exportadora manufacturera abarca todo un espectro, desde industrias con requisitos laborales básicos de ensamblaje, hasta algunas con necesidades relativamente refinadas. Para usar ejemplos específicos: van desde producción textil y de juguetes hasta de celulares y pantallas. La expectativa para este grupo es que sea lo mismo. En aquellos países donde el refinamiento laboral es menos desarrollado, la competencia con base en salarios bajos va a ser casi el único factor para atraer inversión. Para países que busquen industrias con demandas laborales más refinadas, habrá otros factores.

Costa Rica sí, pero...

Pasando al plano local la pregunta no es si Costa Rica puede ser parte del grupo PC. El país tiene un equipo de comercio exterior de lujo. No hay duda que se puede ser competitivo respecto atraer la inversión de manufactura que abandonará China en años porvenir. La pregunta es si debería.

Lo que China alcanzó en las últimas dos décadas es digno de asombro. Ha tenido réditos increíbles por su decisión de orientar su fuerza productiva al comercio internacional, aún limitándose a una mentalidad mercantil que da importancia solo a la exportación. Para ponerle números: cerca de mil millones de personas alrededor del mundo han escapado de la pobreza extrema entre 1990 y el 2010. De esas, 680 millones fueron Chinas.

Empero, no hay que engañarse: lo hizo a un costo increíblemente alto en cuanto a regulaciones laborales, de mercado, de ambiente y hasta de derechos humanos. Costa Rica no puede, y no debería incurrir en ese costo.

Nuestro país no tiene por que competir por gran parte de ese espectro de inversión que el grupo PC abarcaría. No vamos y no podríamos ser de los países en donde el nivel salarial es el incentivo principal, menos el único. Pero sí hay espacio para insertarnos al otro extremo del espectro, donde la competencia no se enfoca principalmente sobre ese factor, y en el que podemos proponer atractivos de considerable contrapeso.

Hay que tener claro que el tipo de empleo que supone esta inversión no es de remuneración a escala de profesional de formación académica. Continúa siendo trabajo de manufacturación que es, en muchos casos, arduo. Nuestro país, a su vez, le viene apostando a un tipo de comercio exterior que busca emplear a más y más de esos profesionales académicos, específicamente en alta tecnología. Procurar entrar en ese grupo pos-China no excluye continuar atrayendo este último tipo de inversión. Pero sí demanda que nuestros esfuerzos se dividan y dispersen entre buscar las dos variedades.

Respeto profundamente esa meta de que seamos un país donde la mayor oferta de empleo es para profesionales. Los trabajos y la inversión que se han venido procurando hasta ahora son más estables, con mejores salarios de mayor crecimiento y, para rematar, sirven de plataforma para emprendedores e inventores futuros. Pero aún así pienso que vale la pena al menos considerar entrar a ese grupo pos-China.

Tenemos un sector considerable de la población sin bachillerato colegial o una educación técnica especializada, ni que decir de título universitario. Es cierto que nuestro país, bajo este gobierno en particular, ha venido realizando una buena inversión en educación. Pero sus réditos se van a dar de esta generación a la próxima. Todavía estamos a quizás una década, mínimo, de llegar a un punto en que la abrumadora mayoría de nuestra fuerza laboral sea de profesionales. La represa de desempleo y desocupación, que hoy recae sobre quienes no lo son, se va a engrandar de aquí a entonces si no encontramos como aliviarla. Necesitamos crear empleos abundantes, accesibles a la mayor cantidad de gente posible, y al más corto plazo.

Procurar insertarse a ese grupo del PC es una oportunidad real y realizable hacia esas necesidades. Se trata de construir sobre el trabajo realizado hasta hoy para aprovechar esta particular coyuntura internacional que se viene. Traernos a casa un pedazo importante para nosotros del pastel chino de manufacturación exportadora resultaría en una ganancia espectacular en materia de empleos y de pobreza.